La mística (sufí) en las obras de Jorge Luis Borges por Al-Afif, Ahmad Husein Issa Y Ababneh, Mohammad Daher
lunes, noviembre 19, 2012
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Imagen: www.leedor.com |
En las obras de Jorge Luis Borges
podemos encontrar varios textos que están impregnados de un fino sentido
místico. Algunos de los cuentos borgianos residen en el campo de la mística
islámica (el sufismo) como la otra vertiente de la religión musulmana. Un dato
que corrobora este interés es la afirmación oral del escritor argentino: “[…]
He estado también muy interesado por el sufismo. De modo que todo eso ha
influido en mí, pero no sé hasta dónde. He estudiado esas religiones, o esas
filosofías orientales como posibilidades para el pensamiento o para la
conducta, o las he estudiado desde un punto de vista imaginativo para la
literatura […]” (Guibert, 1986: 335).
Borges en otra entrevista con
Willis Barnstone, le confesó que había vivido la experiencia mística dos veces
en su vida:
En mi vida […] he tenido dos
experiencias místicas, y no puedo decirlas porque lo que me sucedió no es para
ser puesto en palabras […] fue asombroso, deslumbrante. Me sentí avasallado,
atónito. Tuve la sensación de vivir no en el tiempo sino fuera del tiempo […].
Escribí poemas sobre ello, pero son poemas normales y no pueden decir la
experiencia. No puedo decírsela a ud., ya que ni siquiera puedo repetírmela a
mí mismo, pero tuve esa experiencia, y la tuve dos veces, y acaso me sea
otorgado volver a tenerla antes de morir (Barnstone, 1982: 11; López-Baralt y
Báez, 1996: 256).
Borges en algunos textos suyos
desarrolla la experiencia mística en los personajes de sus cuentos que empiezan
su búsqueda febril de la evidencia escondida. Los escritos de Borges se
interesan por un proceso de búsqueda que llevan a un descubrimiento que convive
con el carácter fantástico de la producción borgiana. En los cuentos de Borges,
los personajes abandonan las cosas visibles y palpables en un espacio de
búsqueda espiritual. Borges emplea la mística en sus obras como camino de la
verdad que siempre exige una búsqueda espiritual permanente. Por esto vemos que
en algunos cuentos los personajes experimentan una aventura espiritual para
descubrir esta verdad absoluta.
El cuento titulado El
acercamiento a Almotásim contiene muchos aspectos del sufismo. El autor nos da
a conocer una crítica a modo de reseña de las dos versiones de una novela
publicada en Bombay, cuyo autor es Mir Bahadur Alí. El narrador trata primero
los personajes así como el aspecto formal de la novela, y después amplifica su
análisis de los dos primeros capítulos. En adelante, y mediante una especie de
enumeración desordenada, se presentan detalles de los capítulos restantes. Sin
embargo, la idea central de la novela se explica en estas palabras: “[…] un
hombre, el estudiante incrédulo y fugitivo […] El estudiante resuelve dedicar
su vida a encontrarlo” (Borges, Historia de la eternidad: 139-140). Podemos
considerar, que la búsqueda mística constituye el eje de este cuento, el
narrador mismo interpreta este argumento como una verdadera metáfora de la
búsqueda mística: “[…] la insaciable busca de un alma a través de los delicados
reflejos que ésta ha dejado en otras: en el principio, el tenue rastro de una
sonrisa o de una palabra; en el fin, esplendores diversos y crecientes de la
razón, de la imaginación y del bien” (Borges, Historia de la eternidad:
139-140).
Borges, como escritor
intelectual, no olvida relacionar su cuento con otra obra que tiene desde su
perspectiva algo en común con el cuento. Borges en una nota al pie de página,
detalla el contenido de la obra Coloquio de los pájaros, del sufí persa Fârîd
ad-Dîn `At:âr, y su vinculación con la novela de Bahadur. Como han señalado
tanto Ronald Christ como Arturo Echavarría: “Esta nota al calce ofrece por
implicación un dato que la reseña misma oculta: que el propio protagonista de
la novela de Bahadur es el misterioso Almotásim y que la novela es el recuento
de una auto- purificación” (Echavarría, 1983: 194-195; González Pérez, 1995:
216).
La comparación de la historia de
`Attâr con la de Bahadur Ali es evidentemente justificable pues Borges resume
el poema del sufí persa en una nota al pie:
El remoto rey de los pájaros, el
Simurg, deja caer en el centro de la China una pluma espléndida; los pájaros
resuelven buscarlo, hartos de su antigua anarquía. Saben que el nombre de su
rey quiere decir treinta pájaros; saben que su alcázar está en el Kaf, la
montaña circular que rodea la tierra. Acometen la casi infinita aventura;
superan siete valles, o mares; el nombre del penúltimo es Vértigo; el último se
llama Aniquilación. Muchos peregrinos desertan; otros perecen. Treinta,
purificados por los trabajos, pisan la montaña del Simurg. Lo contemplan al
fin: perciben que ellos son el Simurg y que el Simurg es cada uno de ellos y
todos (Borges, Historia de la eternidad: 144).
Maria Kodama nos justifica la
fascinación de Borges por los sufíes como `Attar, diciendo:
Es natural que Borges se sintiera
atraído por los sufíes, ya que el sufismo produjo hombres que fueron no sólo
grandes místicos sino también poetas. Persia es, quizá, el país que contó con más
poetas místicos, inspirados por una profunda experiencia espiritual. Los
cristianos tienen a san Juan de la Cruz, un poeta místico de la misma jerarquía
que Attar (Kodama de Borges, 1996: 79).
En El acercamiento a Almotásim,
el estudiante emprende un viaje simbólicamente circular en busca de Almótasim,
que representa la verdad absoluta y termina reencontrándose a sí mismo, o sea,
reconociendo que el universo es una proyección del alma humana. En relación con
el secreto de dicha circularidad, Borges advierte en una ocasión: “Los místicos
pretenden que el éxtasis les revela una cámara circular con un gran libro
circular de lomo continuo, que da toda la vuelta de las paredes; pero su
testimonio es sospechoso; sus palabras, oscuras. Ese libro cíclico es Dios”
(Borges, Ficciones: 90).
Tanto el cuento del autor indio,
como el poema del sufí persa, tratan de la identificación que se alcanza a
través del descubrimiento profundo del ser, y su fusión en la esencia divina.
Borges resume que la experiencia mística es una prueba experimental de Dios.
Este tipo de obsesión de pasar una experiencia mística para descubrir la clave
de un misterio, se ve repetido en varios textos borgianos, donde los
protagonistas hacen un auto-descubrimiento y se alimentan de la tradición
mística. Observamos que algunas alusiones del autor en el cuento El
acercamiento a Almótasim hacen que tanto este texto como la novela objeto de
comentario, se valgan de la experiencia mística para realizarse. El autor lo
expresa de varias maneras: “Esencialmente ambos escritores concuerdan: los dos
indican el mecanismo policial de la obra, y su undercurrent místico […]
Almótasim es emblema de Dios y los puntuales itinerarios del héroe son de algún
modo los progresos del alma en el ascenso místico” (Borges, Historia de la
eternidad: 135, 142).
El cuento trata de un viaje
ilusorio en busca de la verdad revelada en la figura de Almótasim, el cual no
es más que Dios desde la óptica del sufismo. Mediante el manejo de este
sistema, Borges nos sitúa frente a la práctica de la mística que es considerada
como parte integrante de la religión, y que la podemos encontrar también en la
historia del Islam. Gracias a este ejercicio, se produce un contacto con el Uno
Absoluto en estados obtenidos por un tipo de comunicación peculiar. A la luz de
lo expuesto, se nota que en el cuento de Borges, dentro del yo del personaje
opera la indivisa divinidad. Borges resuelve pensar en el universo estimando
las ideas místicas y religiosas por su valor estético y, por lo que encierran
de singular y maravilloso. A pesar de todo, el escritor argentino no se propone
exponer teorías ni sistematizar sus tesis, sino que pone a prueba artística, el
conjunto de postulados de la visión mística que ha tratado de penetrar
sutilmente.
Borges emplea diferentes métodos
y vínculos de la absorción mística, que se ejercitan para buscar la verdad
única. A diferencia del Almótasim, en el relato El Zahir, cuyo personaje
principal es el narrador protagonista, el descubrimiento de un extenso mundo de
símbolos ocultos se reduce a un objeto: la moneda denominada El Zahir. Se trata
de una moneda inolvidable, porque siguiendo el proceso de la trama, al narrador
se le ha muerto la mujer que ama antes de ver aquella moneda. Por eso,
semejante circunstancia puede justificar la impresión de locura que concibe el
narrador y su credibilidad de que la moneda es inolvidable. El narrador tras
tomar un vaso de caña y pagarlo, descubre entre las monedas de la vuelta, el
Zahir. Es en realidad, una experiencia mística y un estado de revelación por
los que pasa el hombre. Aquí también se vuelve a recalcar el carácter de
circularidad que se traduce en la reacción del personaje: “Vi una sufrida verja
de fierro; detrás vi las baldosas negras y blancas del atrio de la Concepción.
Había errado en círculo; ahora estaba a una cuadra del almacén donde me dieron
el Zahir” (Borges, El Aleph: 123).
La palabra que utiliza el
escritor argentino para esta moneda, proviene de la cultura arabo-islámica, y
sobre el origen de esta palabra Borges anota en su cuento: “La creencia en el
Zahir es islámica y data, al parecer, del siglo XVIII […] Zahir, en árabe,
quiere decir notorio, visible; en tal sentido, es uno de los noventa y nueve
nombres de Dios; la plebe, en tierras musulmanas, lo dice de los seres o cosas
que tienen la terrible virtud de ser inolvidables y cuya imagen acaba por
enloquecer a la gente” (Borges, El Aleph: 123).
Igual que en El acercamiento a
Almótasim, este cuento tiene el mismo ideal y una misma meta que hacen que el
conocimiento sea verdadero. La moneda del Zahir es la otra versión del ser
contemplativo que se somete a una metamorfosis espiritual que lo iguala con el
mundo. En la misma línea, Borges y citando a los cabalistas que practican un
tipo peculiar de adivinación, reafirma: “Los cabalistas entendieron que el
hombre es un microcosmos, un simbólico espejo del universo; todo según
Tennyson, lo sería. Todo, hasta el intolerable Zahir” (Borges, El Aleph: 130).
El mismo Borges afirma la
naturaleza mística de la temática que se desarrolla en su cuento al concluirlo
recordando a los místicos musulmanes (los sufíes): “[…] Para perderse en Dios,
los sufíes repiten su propio nombre a los noventa y nueve nombres divinos hasta
que éstos ya nada quieren decir. Yo anhelo recorrer esa senda. Quizá yo acabe
por gastar el Zahir a fuerza de pensarlo y de repensarlo; quizá detrás de la
moneda esté Dios” (Borges, El Aleph: 132).
Zahir es un objeto inmortal y
enloquecedor que resume y anula la multiplicidad de las apariencias, y ofrece
la posibilidad de acceder a los secretos del universo. Refiriéndose a su cuento
Zahir Borges dice lo siguiente:
‘El Zahir’ versa sobre… una
inolvidable moneda de 20 céntimos. Escribí ese cuento partiendo de la palabra
‘inolvidable’ simplemente, porque leí en alguna parte: ‘ ¡deberías oír cantar a
Fulano de tal, es algo inolvidable! y entonces pensé ¿qué ocurriría si
existiese algo realmente inolvidable? porque a mí me interesan mucho las
palabras, como muy bien puede haberse dado cuenta (Borges el palabrista: 97).
La declaración que hace Borges al
final de esta cita, demuestra el excesivo interés del argentino por las
palabras. Juan Manuel Velasco Rami subraya este punto cuando testimonia:
“Borges quería creer en otra vida con libros, después de la muerte. No creía,
desde luego, en una existencia sin ellos, en un mundo sin palabras escritas,
sin negro sobre blanco” (Velasco Rami, 1986: 9).
Borges crea una relación profunda
con las letras y los libros, y piensa que cualquier objeto adquiere su forma a
partir de su nombre, como el caso del Zahir. Por ejemplo, en la palabra rosa se
da el sentido de rosa. Esta sensación particular sigue siendo existente aun
después de que Borges perdiera el sentido de la vista. Pues, en la oscuridad
total, imagina el mundo como un libro edificado por letras indescifrables, y a
partir de ahí, interviene el sueño como mejor medio para percibir un desfile de
imágenes. En relación a esto, Borges prosigue el mismo camino trazado por los
sufíes quienes se interesan en mayor parte por las letras del alfabeto árabe
que se dan en algunos primeros versículos del Corán; además de los nombres de
Dios.
Luce López-Baralt anota que antes
de acercarse a la contemplación de la otra cara de su moneda simbólica, el
Borges ficcionalizado del Zahir nos anuncia que, como los sufíes, para
prepararse al desasosegante encuentro con el Todo, quiere repetir el mantra, su
propio nombre o los noventa y nueve nombres de Dios. Y entonces es cuando
estamos preparados para comprender por qué Borges nunca pudo asegurar al
lector, que lo que subyacía en El Zahir fuese realmente “Dios”, es decir, la
palabra “Dios”. El Zahir es el símbolo místico más respetuoso de todos los que
haya podido acuñar Borges (López-Baralt, 1999: 63-64).
El Aleph es otro cuento borgiano,
que se basa en la contemplación y la meditación filosófica. La primera pista
que relaciona este cuento con la cultura arabo-islámica, es su título: la
primera letra del alifato (alfabeto) árabe.
Este cuento está basado, como en
el caso de Zahir en la muerte de una mujer. En El Aleph, tras diez años de la
muerte de Beatriz Viterbo, se produce la aparición del Aleph, ya que el hermano
de Beatriz, Carlos Argentino, descubre en el sótano de su casa una
extraordinaria esfera que contiene el universo. “[…] vi en el Aleph la tierra,
y en la tierra otra vez el Aleph y en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis
vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese
objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún
hombre ha mirado: el inconcebible universo” (Borges, El Aleph: 194).
Borges en este Aleph ve un
universo infinito siguiendo el mismo sistema elaborado por el practicante sufí,
quien revela un punto que contiene esa variedad infinita. Para ello, el mundo
pierde su principio y fin, y se convierte en un volumen esférico en donde los
hombres son escritos. Por consiguiente, ya no será el mundo sino el milagroso
Aleph. Este prodigioso modelo del cosmos, contiene toda la gama de escuelas
filosóficas como el idealismo, el misticismo, etc. En su intento de interpretar
el incógnito Aleph, José Miguel Oviedo apunta:
El asunto examinado en El Aleph
es básicamente el mismo que el de Funes el memorioso, con la variante en este
caso de que el infinito no es una facultad mental de proporciones sobrehumanas,
sino un objeto, una manifestación concreta y localizable de la totalidad del
mundo real […] El gran proyecto literario de Daneri (protagonista de El Aleph)
es insensato: quiere escribir un inmenso poema narrativo que no sólo sea una
copia exacta del universo entero, sino que absorba toda la literatura anterior
a él […] el Aleph es una visión mística a la vez que infernal, etc. (Oviedo,
2001: 34-35).
Por su parte, Borges evoca esta
misma alucinación mística en su cuento informando: “¿Cómo transmitir a los
otros el infinito Aleph, que mi temerosa memoria apenas abarca? los místicos,
en análogo trance, prodigan los emblemas: para significar la divinidad, un
persa habla de un pájaro que de algún modo es todos los pájaros” (Borges, El
Aleph: 191).
Los tres cuentos anteriores de
Borges, prueban sin duda cómo éste intenta trascender la imagen del mundo y del
ser humano. Así, rememora varias escuelas del pensamiento universal entre las
que cabe el conocimiento sufí de los musulmanes, mediante el cual Borges revela
estéticamente este estado de la persona que se dedica a un tipo de
contemplación para unirse inefablemente a la divinidad y al universo. De esta
manera, en Borges cualquier atributo divino como el conocimiento y la
inmortalidad, se relacionan inmediatamente con la disolución de la
personalidad. Dicha potencialidad quita al personaje su ser, y deja de ser un
ente determinado para convertirse en arquetipo que se iguala al universo.
Podemos concluir que los personajes de los cuentos de Borges, tienen el mismo
objetivo de los místicos: el conocimiento exacto de Dios y de la realidad
absoluta. En los cuentos de Borges Dios está sustituido por símbolos como
Almótasim, El Zahir o El Aleph.
Fuente: http://www.escritorasyescrituras.com/revista.php/9/70
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