El Shiísmo duodecimano, períodos y fuentes

miércoles, diciembre 07, 2011
















Henry Corbin:


No es posible plantearse aquí el establecimiento de un sincronismo entre las obras más características del pensamiento desarrollado por las dos ramas principales del shiísmo: imamismo duodecimado e islamismo septimano. Visto del estado de las investigaciones, es preciso admitir que el momento de hacerlo no ha llegado todavía. Mientras que el ismailismo conoció a comienzos del siglo IV/X, con ‘Obaydallah al-Mahdí (296/909-322/933), fundador de la dinastía fatímida en Egipto, uno de esos triunfos en el orden temporal cuyas consecuencias pueden ser fatales para cualquier doctrina espiritual, el shiísmo duodecimado ha atravesado de siglo en siglo, hasta el advenimiento de los Safávidas en Irán, en el siglo XVI, las pruebas, las vicisitudes y las persecuciones propias de una minoría religiosa. Pero esta minoría a sobrevivido gracias a su conciencia irremisible de ser testigo del verdadero Islam, fiel a la enseñanza de los santos imames, <<depositarios del secreto del Enviado de Dios>>. La enseñanza íntegra de los imames forma un corpus inmenso: es la summa en la que ha bebido el pensamiento shiíta, de siglo en siglo, como pensamiento aflorado de la propia religión profética, no como fruto de una relación exterior. Por tal motivo, es  importante situarla en un lugar privilegiado en el conjunto de lo que designa como<<filosofía islámica>>. Se comprende, pues, que varias generaciones de teólogos shiítas hayan estado ocupados en recoger todas las tradiciones de los imames, reuniéndolas en  un corpus y fijando las reglas que garantizan la validez de las <<cadenas de transmisión>> (isnád).

Cabe diferenciar cuatro grandes períodos:

1) El primer período es el de los santos imames y sus discípulos y familiares, algunos de los cuales, como, por ejemplo, Hishám ibn al-Hakam, joven y apasionado adepto del VI Imam, ya habían elaborado compilaciones de sus enseñanzas, además de sus obras personales. Este período llega hasta la fecha que marca la <<Gran Ocultacion>> (al-ghaybat al-kobrá) del XII Imam (329/940). Esta fecha es al mismo tiempo la de la muerte de su ultimo ná’ib o representante, ‘Alí al-Samarrí, que había recibido del propio Imam la orden de no designar sucesor. Y ese mismo año fue también el de la muerte del gran teólogo Mohammad ibn Ya’qúb Kolayní que , desde Ray (Raghes), cerca de Teherán, se había dirigido a Bagdad, donde trabajó durante veinte años recogiendo en sus fuentes los miles de tradiciones (Hadíth y akhbár) que constituyen el más antiguo corpus metódico de las tradiciones shiítas (ed. De Teherán, 1955, ocho volúmenes en octavo). Varios nombres más deberían ser citados aquí, entre ellos el de Abú Ja’far Qommí (290/903), familiar del XI Imam, Hasan ‘Askarí.

2) Un segundo período se prolonga desde la <<Gran Ocultación>> del  XII Imam hasta Nasíroddín Túsí (†672/1273), filósofo y teólogo shiíta, matemático y astrónomo, contemporáneo de la primera invasión mogola. Este período se caracteriza fundamentalmente por la elaboración de las grandes Summas de tradiciones shiítas duodecimanas debidas a Ibn Bábuyeh de Qomm (apodado Shaykh Sadúq,381/991), uno de los más ilustres teólogos shiítas de la época, autor de la época, autor de unas trescientas obras; Shaykh Mofíd (413/1022), autor igualmente muy prolífico; Mohammad b. Hasan túsí (460/1067); Qotboddín Sa’íd Rávendí (573/1177). Es igualmente la época de los dos hermanos, Sayyed Sharíf Razí (406/1015) y Sayyed Mortazá ‘Alam al-Hoda (436/1044), descendientes del VII Imam, Músa Kázem, y discípulos de Shaykh Mofíd, autores ambos de numerosos tratados de numerosos tratados imamitas. El primero es principalmente conocido como compilador de Nahj al-Balagha (cf.infra). Es también la época de Fazl Tabarsí (548/1157), autor de un célebre y monumental tafsír shiíta (comentario qoránico); Ibn Shahr-Ashúb (588/1192), Yahyá ibn Batríq (600/1204), Sayyed Razzíoddín’Alí b. Tá’ús (664/1266), autores todos de importantes obras de imamología. Muchos otros nombres habría que citar en este periodo que vio, por otra parte, la aparición de grandes tratados sistemáticos ismailíes (cf.infra, B), y de los filósofos llamados helenizantes, de al-Kindí a Sohravardí (587/1191). Con la obra de Nasír Túsí acaba de configurarse la filosofía shiíta, cuya primera visión sistemática de conjunto había sido proporcionada por Abú Ishaq Nawbakhtí ( hacia el 350/961), en un libro que más adelante comentaría en detalle ‘Allámeh Hillí (726/1326), alumno de Nasír Túsí. Los datos sobrepasan ya aquí la muerte de Averroes (1198), límite fijado para la primera parte de este estudio. Las referencias siguientes completarán sin embargo un esquema de conjunto que no pueden parcelarse.

3) Un tercer período se extiende desde Nasír Túsí hasta el Renacimiento safávida en Irán, período que vio el florecimiento de la escuela de Ispahán con Mír Dámád (1041/1631) y sus discípulos. En ésta una etapa extremadamente fecunda, que prepara justamente ese  Renacimiento. Encontramos, por una parte, a los continuadores de la escuela Nasír Túsí, con nombres tan importantes como los de ‘Allámeh Hillí y Afzal Káshání. Por otra parte, iba a producirse una convergencia extraordinaria: De un lado, Ibn ‘Arabí (638/1240) emigra de Andalucía hacia Oriente. Del otro lado, los discípulos de Najm Kobrá  retroceden de Asia central hacia Irán y Anatolia, ante el empuje mongol. El encuentro de estas dos escuelas determinará un excepcional florecimiento de la metafísica del sufismo. Sa’doddín Hamúyeh o Hamúyí (650/1252), discípulo de Najm Kobrá  y corresponsal de Ibn ‘Arabí, es la gran figura del sufismo shiíta duodecimado de la época. Su discípulo ‘Azíz Nasafí difunde sus obras. ‘Aláoddawleh Semnání (736/1336) será uno de los grandes maestros de la exégesis <<interiorizante>>. En la persona de Sadroddín Qonyawí  se encuentran las influencias de Ibn ‘Arabí y de Nasír Túsí. El problema de la waláyat (infra, A, 3 ss.), que es profusamente discutido, reconduce a las fuentes de la gnosis shiíta, fuentes que vuelve a sacar a la luz un pensador shiíta de primer plano, Haydar Amolí (siglo VII/XIV). Otra convergencia notable, en efecto: mientras que del lado ismailí, la caída de Alamut determina una <<reaparición>> del ismailismo en el sufismo, del lado shiíta duodecimado se observa en el curso de este período una tendencia en el mismo sentido. Haydar Amolí  despliega un gran esfuerzo en pro de un acercamiento recíproco de shiísmo y sufismo, y plantea una historia crítica de la filosofía y la teología del Islam en nombre de la teosofía mística. Discípulo de Ibn ‘Arabí, al que admira y comenta, se separa de él en un punto crucial (cf. Infra). Es contemporáneo de Rajab Borsí (cuya obra esencial para la gnosis shiíta data del año 774/1372). A su nombre, deberemos unir otros: el del gran shaykh sufí  Sháh Ni’matolláh Walí (834/1431), autor prolífico; dos discípulos shiítas de Ibn ‘Arabí, Sá’inoddín Torkeh Ispahání  (830/1427) y Mohammad ibn Abí Jomhúr Ahsá’í (hacia 901/1495); Mohammad Shamsoddín Láhíjí (918/1512), comentador del célebre místico de Azerbaidján, Mahmúd Shabestarí (720/1320, a la edad de 33 años).

4) El cuarto período, que, como antes decíamos, corresponde al Renacimiento safávida y la escuela  de Ispahán con Mír Dámád (1041/1631), Mollá Sadrá Shírází (1050/1640), sus discípulos y los discípulos de sus discípulos (Ahmad ‘Alawí, Mohsen Fayz, ‘Abdorrazzáq Láhíjí, Qází Sa’íd Qommí, etc.), es un fenómeno sin parangón fuera del Islam, donde se considera que la filosofía islámica terminó con Averroes. Los grandes pensadores de esta etapa consideran como un auténtico tesoro de la conciencia shiíta la unidad indisoluble de pistis y gnosis, de la revelación profética y la inteligencia filosófica que profundiza su sentido esotérico. La obra monumental de Mollá Sadrá incluye un comentario inapreciable al corpus de las tradiciones shiítas de Kolayní. Son varios los que imitan, entre otros el gran teólogo Majlisí, compilador del enorme Bihár al-anwár (<<El océano de las luces>>), ya señalado, con pocas simpatías hacia los filósofos, pero frecuentemente filósofo a pesar suyo. Las obras más importantes serán mencionadas, con sus correspondientes autores, en la Segunda parte de este estudio. Llegamos así hasta la época qájar, durante la que florece la importante escuela saykhia a partir de Shaykh Ahmad Ahsá’í (†1241/1826), y por fin, a nuestros días en los que se perfila un renacimiento de la filosofía tradicional en torno a la obra de Mollá Sadrá.

Hemos citado anteriormente una obra de Sharíf Rází (406/1015) titulada Nahj al-Balágha (título que se traduce habitualmente por <<Camino de la elocuencia>>, pero que más bien debe ser entendido en relación a las ideas de eficacia, madurez). Se trata de una considerable compilación de los Logia del I Imam, ‘Alí ibn Tálib (sermones, conversaciones, cartas, etc.). Después del Qorán y de los Hadíth del Profeta es la obra más importante no sólo para la vida religiosa del shiísmo en general sino para su pensamiento filosófico en particular. El Nahj al-Balága puede ser considerado, en efecto, como una de las fuentes más importantes de las doctrinas profesadas por los pensadores shiítas, especialmente por los que se incluyen en el cuarto período. Su influencia se deja notar de formas diversas: coordinación lógica de los términos, deducción de conclusiones correctas, creación de ciertos vocablos técnicos en árabe que entran así a formar parte de la lengua filosófica y literaria, con su riqueza y su belleza independientemente de las traducciones de textos griegos al árabe. Algunos problemas filosóficos fundamentales, planteados por los Logia del Imam ‘Alí, adquirirán toda su amplitud en Mollá Sadrá y su escuela. Si nos remitimos a las conversaciones del Imam con su discípulo Komayl ibn Zayád—aquella, por ejemplo, en la que se responde a la pregunta:<<¿Qué es la verdad?>> (haqíqat), o en la que se describe la sucesión esotérica de los Sabios en este mundo, etc.--, encontraremos en esas páginas un tipo de pensamiento muy característico.
La filosofía shiíta adquiere ahí su fisonomía propia, pues es toda una metafísica lo que nuestros pensadores han deducido de este libro, considerando los Logia del imam como un ciclo completo de filosofía. Se han formulado algunas dudas sobre la autenticidad de ciertos pasajes de la compilación. El conjunto es, en cualquier caso, de una época remota y para comprender su contenido, el camino más seguro en entenderlo fenomenológicamente, es decir, tal como su intención lo propone: quien quiera que sea el que lo escribe, es sin duda el Imam el que habla. De ahí su influencia. Es de lamentar que, hasta la fecha, el estudio filosófico de este libro haya sido descuidado en Occidente. Estudiando en profundidad el texto en sí y las ampliaciones debidas a sus comentadores (que han sido numerosos, tanto shiítas como  sunnitas: Maytham Bahrání, Ibn al-Hadíd, Kho’yí, etc., sin olvidar los traductores al persa), y uniendo este libro a los logia de los restantes Imames, se comprenderá por qué el pensamiento filosófico debía alcanzar unas dimensiones y unas perspectivas nuevas en el mundo shiíta, en una época en la que la filosofía había dejado de ser, desde hacía ya tiempo, una escuela viva en el mundo del Islam sunnita.
Dicho todo esto grandes rasgos, resulta que el punto de la meditación filosófica del shiísmo es, junto con el Qorán, todo el corpus de las tradiciones debidas a los imames. Cualquier intento de exponer la filosofía profética que surge de esta meditación deberá tomar su punto de partida en las mismas fuentes. Hay que tener en cuenta dos principios normativos: 1) Sería inoperante proceder a realizar desde fuera una crítica histórica de las <<cadenas de transmisión>>; en este campo, esa crítica pierde con frecuencia sus derechos. El único método fecundo consiste en proceder  fenomenológicamente: tomar la totalidad de esas tradiciones, vivas desde hace siglos, tal como las reconoce, como su objeto, la conciencia shiíta. 2) No hay mejor método de sistematizar el reducido número de temas tomados aquí en consideración a fin de deducir de ellos la filosofía profética, que el de seguir a los autores shiítas que los han comentado. Obtendremos así una somera visión de conjunto, libre de todo historicismo vano (noción que no es ni siquiera sospechada por nuestros pensadores). Seguiremos, principalmente, los comentarios de Mollá Sadrá Shirazí y de Mír Dámád, así como las muy densas páginas de Haydar Amolí. Los textos de los imames, explicitados por estos comentarios, nos permitirán entrever la esencia del shiísmo, que es el problema que ahora nos planteamos.

Fuente: Historia de la Filosofía Islámica, Editorial Trotta, págs.44-48

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