El Sagrado Corán, la fuente vital del Islam

miércoles, diciembre 07, 2011
















Por Yibril Mecca (Perú):


La expresión coránica Ahl ul-Kitab significa la comunidad o la gente del Libro, término que da significado a un pueblo que posee un libro sagrado, es decir un pueblo cuya religión esta fundada en una escritura descendida del cielo, una escritura revelada a un Profeta y que ha sido enseñado por ese Profeta. Las comunidades o la gente del Libro son propiamente los judíos con la Torah, los cristianos con el Evangelio y los musulmanes con el Corán, quienes forman el canón tripartito de la comunidad abrahamica, pues estas comunidades semíticas descienden del Profeta Abraham (as).

El término Kalimatu Al-lah es la palabra de Al-lah que fue revelada al Profeta Muhammad (saws) a lo largo de 23 años a través del Arcángel Gabriel (as). Por lo tanto el Profeta Muhammad (saws) fue el instrumento elegido por Al-lah para la revelación de su Palabra, de su Escritura cuyo espíritu y cuya letra, cuyo contenido y cuya forma son plenamente divinos.
De acuerdo con las fuentes tradicionales tanto sunnis como shias, la Sura al-‘Alaq, del sagrado Corán fue la primera sura que le fue revelada al Profeta Muhammad (saws) en su retiro espiritual en la montaña de Hira a seis kilómetros cerca de la ciudad de Meca en el año 610 de nuestra era. De repente la conciencia del Profeta Muhammad (saws) fue bloqueada por el Angel Gabriel (as) que le dijo: (sura 96, aleya 1: Recita en el nombre de tu Señor el Cual ha creado). A la orden de recitar por el Angel Gabriel (as), el Profeta Muhammad (saws) respondió declarando que no sabía hacerlo, ya que era iletrado. Pero el mensaje divino mismo le había dado la capacidad de recitar la Escritura sagrada de Al-lah.

La naturaleza iletrada del Profeta Muhammad (saws) demuestra como el receptáculo humano es sometido completamente a lo Divino. Si no existiera esta pureza, la palabra Divina se mancharía en cierto sentido de un conocimiento simplemente humano. La actitud del Profeta Muhammad (saws) fue completamente pasiva ante la revelación Divina, que nunca añadió a esta revelación nada que se hubiera inventado así mismo y tampoco escribió un Libro, sino que le transmitió a la humanidad la Escritura sagrada de Al-lah.

La última sura revelada en la ciudad de Medina y descendida en forma completa en el año 632 de nuestra era, fue la Sura an-Nasr: (sura 110, aleya 1: Cuando venga el auxilio de Al-lah y la victoria…) Abdullah ibn Abbas argumentó que esta sura fue la última descendida en forma completa. Existe una narración tradicional que argumenta que cuando la Sura an-Nasr fue descendida, el Profeta Muhammad (saws) la recitó para sus compañeros. Todos se pusieron contentos, a excepción de Abdul Mutalib el tío del Profeta, que lloró al escucharlo. El Profeta Muhammad (saws) le preguntó la causa de su tristeza y el respondió: “Creo que esta sura es el anuncio de tu partida”.


El mensaje intemporal del sagrado Corán
Decimos que la conciencia religiosa del Islam no esta centrada sobre el hecho de la historia, sino de una metahistoria como un hecho transhistórico de un acto primordial anterior al tiempo de nuestra historia empírica.  Al-lah le propone al hombre un pacto eterno de fidelidad, aun antes de empezar el tiempo histórico y la creación de la tierra. El registro de este pacto esta contenido en el sagrado Corán como teofanía primordial del Islam en la elocuente expresión del pacto de fidelidad entre Al-lah y el hombre presente en la Sura al-‘Araf: (sura 7, aleya 172: Acaso no soy Yo vuestro Señor? Dijeron: Sí,lo testimoniamos). Este versículo nos dice que la jubilosa aclamación que respondió a la pregunta significó la conclusión de un pacto eterno de fidelidad y es la fidelidad a ese pacto lo que cada uno de los períodos históricos han venido a recordar a los hombres, todos los profetas desde Adam (as) hasta el último de los profetas de Al-lah: Muhammad ibn Abdullah (saws).
El sagrado Corán contiene el mensaje con cuya ayuda se puede mantener este pacto y cumplir plenamente el objetivo de la existencia humana, como una realidad central de la vida islámica.

La liturgia del lenguaje coránico

La forma del sagrado Corán es la lengua árabe que religiosamente hablando es tan inseparable del Corán mismo. El árabe es la lengua sagrada por excelencia del Islam, el árabe es sagrado en el sentido de que es una parte integral de la revelación coránica, cuyos mismos sonidos y palabras desempeñan un papel en los actos y prácticas religiosas del Islam.

Las suras del sagrado Corán que se recitan en las oraciones y actos de adoración son pronunciados en la sagrada lengua árabe, única que nos permite adentrar en el contenido y ser transformados por la presencia y la gracia divina de la escritura de Al-lah. La eficacia de las oraciones diarias, las súplicas e invocaciones, reside no solo en el contenido sino también en los mismos sonidos y reverberaciones de la lengua sacra, cuya repetición contínua le proporciona al creyente la protección celestial en la confusión de su existencia terrenal.
El noble Corán como todo texto sagrado, no debe ser comparado con ningún tipo de escrito humano, pues se trata precisamente de un mensaje Divino en lenguaje humano. Toda la dificultad al leer el sagrado Corán e intentar comprender su sentido es la inconmensurabilidad entre el mensaje Divino y el receptor humano, entre lo que Al-lah habla y lo que el hombre puede oir en una lengua sagrada como idioma humano. Una lengua sagrada es profunda pero habitualmente presenta una superficie literal en donde cada palabra es portadora de un mundo de significados en su interior y nunca hay una explicación horizontal y didáctica de su contenido.
Ahora bien, el poder del sagrado Corán no consiste en expresar un fenómeno o hecho histórico, consiste en ser un símbolo, cuyo sentido es siempre válido porque no tiene que ver con un hecho particular en un momento determinado de la historia, sino con verdades que al estar en la naturaleza misma de las cosas son perennes.

El milagro del sagrado Corán consiste en poseer un lenguaje que tiene la eficacia de despertar las almas de los hombres casi 1,432 años después de su Revelación. Así la fe de un musulmán se conmueve con la llamada diaria a la oración y por la recitación coránica. Este poder consiste concretamente en su naturaleza simbólica como el símbolo de una verdad en el alma del hombre.

El sagrado Corán contiene en esencia un mensaje doctrinal, un conjunto de doctrinas que exponen un conocimiento de la estructura de la realidad y la posición de un musulmán en ella. En este sentido el Libro contiene un conjunto de normas morales y jurídicas que es la base de la Shari’ah (ley sagrada) y que tiene que ver con cada detalle de la vida humana. Contiene también una doctrina sobre la vida humana, sobre la historia de sucesos ocurridos a pueblos pasados, tribus, reyes, profetas y santos, describiendo la historia de sus penalidades y las vicisitudes del espíritu humano a lo largo de las épocas. Y también contiene una metafísica sobre la naturaleza de la Divinidad, una cosmología de la estructura del universo y de los estados múltiples del ser y una escatología sobre el fín último del hombre y del Más Allá.

El sagrado Corán posee con presición una Barakha (bendición) para los creyentes musulmanes que es imposible de explicar o analizar lógicamente. Pero la causa de esta presencia Divina perdura de generación en generación. Así, los musulmanes leen el Libro sagrado y se lo aprenden de memoria, lo salmodian y lo recitan día a día y ha habido místicos musulmanes que han pasado la vida entera sin hacer otra cosa que salmodiar el Corán. Y eso es porque la presencia Divina en el texto alimenta las almas de los hombres. De hecho recitar el Corán es un acto sagrado, leerlo es un acto noble que el altísimo Al-lah desea que el creyente realize una y otra vez a lo largo de su viaje terrenal.

El noble Corán es el cosmos, el mundo extenso de la creación en que vive y respira el hombre. Al-lah despliega sus signos en los horizontes del cosmos y en el mundo de la naturaleza, así como también en las almas de los hombres. No es casual que los versículos coránicos, así como los fenómenos de la naturaleza y los sucesos que se dan dentro del alma del hombre se llamen Ayah (aleyas), es decir signos o señales. Son precisamente estos signos los que aparecen desplegados en el sagrado Corán en donde las correspondencias entre los versículos coránicos y los fenómenos de la naturaleza son esenciales para determinar la concepción islámica del mundo natural. La Sura Fussilat: (sura 41, aleya 53: Pronto les mostraremos nuestras señales en el horizonte y en ellos mismos hasta que sea evidente para ellos que Él es la verdad).

La Básmala en el sagrado Corán

La formula más importante y frecuentemente escrita en el sagrado Corán es la Básmala que encabeza cada capítulo o sura del Corán, a excepción de la novena sura. Esta Básmala suele pronunciarse de esta manera: Bismillahi Rahmani Rahim que tiene como traducción: En el nombre de Al-lah, el Clemente y el Misericordioso. La Básmala empieza con el nombre de Al-lah seguido de sus dos atributos Rahman y Rahim, ambos sustantivos se derivan de la misma raíz Rahm. El atributo Rahman es el aspecto transcendente de la misericordia Divina y el atributo Rahim es la misericordia inmanente de Al-lah.
Ahora bien, la Sura al-Fatiha es la primera sura que abre el sagrado Corán y que fue revelada en la ciudad de la Meca. Esta sura inicial posee una importancia excepcional, se recita repetidamente una y otra vez en todas las oraciones diarias. Se ha transmitido que el Profeta Muhammad (saws) dijo: (La oración no tiene validez sin la recitación de la Sura al-Fatiha).

Esta sura contiene la esencia total del mensaje coránico y expresa la relación primordial entre Al-lah y su creyente. Es en esta plegaria de la sura en donde el musulmán como centro de toda la creación ante el Creador y como tal, contiene simbólicamente el mensaje completo del sagrado Corán. A modo de paréntesis mencionaremos que 86 suras fueron reveladas en la ciudad de la Meca y 28 suras fueron reveladas en la ciudad de Medina a lo largo de 23 años de profecía. Pues el sagrado Corán contiene 114 suras y 6,236 aleyas en su totalidad.

En referencia al sentido interior o esotérico de la Básmala, el Imam Alí, el Príncipe de los creyentes (as) dijo: “El sagrado Corán entero está contenido en la Sura al-Fatiha, toda la sura está contenida en la Básmala, toda la Básmala está contenida en la letra Ba, toda la letra Ba está contenida en el punto diacrítico que tiene debajo y yo soy ese punto diacrítico”. Este bello simbolismo indicado en este hadiz (narración tradicional) está referido a la identidad suprema del Imam Alí (as) como el wali Allâh, es decir como el amante perfecto que interiormente esta en unión con el Amado eterno. Este punto con el que empieza la Básmala es según otra narración, la primera gota del cálamo Divino. De esta manera señala el comienzo de las cosas, al igual que es también el comienzo del sagrado Corán.
Aunque no todos los musulmanes sean conscientes de todas las implicaciones metafísicas de la Básmala, sin embargo, todos conocen y sienten su poder santificador y por eso cada acto necesario y legítimo en la vida empieza con la pronunciación de la Básmala, como el tomar una comida, el emprender un viaje, etc. Mediante la Básmala, la bendición y el gozo Divino entra en la vida humana del musulmán para bendecirla y santificarla.

La recopilación histórica del sagrado Corán

Uno de los temas más minuciosos en las ciencias coránicas es el estudio histórico de la escritura y la recopilación de este Libro sagrado en la época del Profeta Muhammad (saws). Al principio el Mensajero de Al-lah animó a sus familiares y compañeros a memorizar las suras y las aleyas, pues al comienzo del mensaje en la ciudad de la Meca no existían ni numerosos escribas, ni los medios para escribir, en tales circunstancias los musulmanes emplearon la fuerza de su memoria en el camino más sagrado e hicieron de sus corazones el lugar de las iluminadas aleyas coránicas. Era evidente la necesidad de que se escribiera el noble Corán durante la vida del Profeta Muhammad (saws), ya que confiar únicamente en la memorización del Libro sagrado no podía brindar la seguridad necesaria en cuanto al resguardo de éste. Por lo tanto, aunque en un principio eran muy escasos aquellos que eran instruidos, el Mensajero de Al-lah seleccionó a un grupo para grabar y registrar exactamente las aleyas coránicas. Cada vez que descendían aleyas del Corán, convocaba a los escribas de la Revelación y les pedía que las asentasen. Este grupo fue denominado Kuttab al-Wahi (Los escribas de la Revelación).

Casi todos están de acuerdo de que el Imam Alí (as) fue uno de los primeros y contínuos registradores de la Revelación coránica. También es necesario saber que aparte de los escribas existieron algunos otros que asentaban para el Profeta Muhammad (saws) los pactos, convenios y cartas. Así Ibn Abi al-Hadid argumenta: “Los investigadores de la historia sostienen que el Imam Alí (as), Zaid ibn Zabit y Zaid ibn Arqam escribían la Revelación coránica y Handzalah ibn Rabi y Muawiiah ibn Abu Sufian escribían las cartas a los reyes y jefes de las tribus”.

El Imam Alí (as) fue elegido para recopilar el Corán por parte del Profeta Muhammad (saws) en los últimos días de su vida. Abu Bakr Hadrami relata del Imam Sadiq (as) que el Profeta Muhammad (saws) dijo al Imam Alí (as): “Oh Alí, este Corán que esta junto a mi lecho, que se encuentra en ese conjunto de páginas y pergaminos, tómenlo y reúnanlo y no lo perdáis tal y como los judíos han hecho con la Torah”.

Después de la muerte del Profeta Muhammad (saws), el Imam Alí (as) que era el más versado de entre los Sahabas (compañeros) en cuanto al sagrado Corán, según el definitivo testimonio y corroboración del mismo Profeta Muhammad (saws), permaneció en su casa y reunió el sagrado Corán en un Mushaf (ejemplar), según el orden de la Revelación. Aún no habían transcurrido seis meses, que el Imam Alí (as) culminó su trabajo; luego para presentar a los compañeros el Corán recopilado, lo colocó sobre el lomo de un camello, los llevó hacia ellos y se los enseñó.
El historiador Ibn Sirin manifestó que el Imam Alí (as) dijo: “ Cuando el Profeta Muhammad (saws) falleció, juré que no me pondría mi capa para salir más que para la oración del viernes, hasta recopilar el sagrado Corán”.

De esta manera las escuelas islámicas tanto sunnis como shias sostienen que la primera persona que se dedicó a la recopilación del Corán en un Mushaf luego del fallecimiento del Profeta Muhammad (saws) y según lo ordenado por él, fue el Imam Alí (as). El Mushaf del Imam Alí (as) poseía algunos privilegios tales como el ordenamiento de las suras de acuerdo al orden de la Revelación, en donde se encontraban las causas y el lugar del descenso, el método de exégesis llamado “Interpretación del Corán por el mismo Corán”, el desarrollo completo del Tawil coránico, así como también los aspectos generales de las aleyas. Este Mushaf ha permanecido como un legado en manos de los Imames (as) y ha sido transmitido de un Imam a otro, como lo dijo el mismo Imam Alí (as) en un Hadiz: “Entregué mi Mushaf a quien el Profeta Muhammad (saws) me ha ordenado. A mi hijo Hasan que es mi albacea y el más cercano a mí. Mi hijo Hasan lo entregará a mi otro hijo Husain y luego permanecerá en manos de los hijos de Husain uno tras otro”.
El Mushaf del Imam Alí (as) no fue aceptado en la época del primer califa. Luego de transcurrir poco más de un año del fallecimiento del Profeta Muhammad (saws), surgió la batalla de Iamamah. En la misma fueron martirizados setenta recitadores del Corán. El califato de Abu Bakr, temiendo que surgiese otra batalla y a raíz de ello se perdiera el resto de los recitadores del Corán, decidió reunir las suras y las aleyas en un nuevo Mushaf.

Bajo la orden del califato de Abu Bakr un grupo de entre los compañeros recitadores del Corán, encabezado por Zaid ibn Zabit reunieron las suras y aleyas del Corán desde tablas, hojas de palmeras y huesos de camello y oveja que se encontraban en casa del Profeta Muhammad (saws) asentados por los escribas de la Revelación, posteriormente los colocaron en un solo vólumen en medio de dos tapas y enviaron los ejemplares del mismo a las diferentes regiones islámicas.
Después de transcurridos trece años de la recopilación del Corán bajo la orden del primer califa hasta el principio del califato de Uzman, nuevamente fue recopilado por otros compañeros. El ejemplar de cada uno de ellos habia sido divulgado en las diferentes regiones del extenso gobierno islámico de esa época, según su jerarquía y posición ante su gente.
El historiador Ibn Azir relata que hasta el trígesimo año de la hégira, cuatro ejemplares circulaban en cuatro regiones de los países islámicos: en la ciudad de Damasco, el Mushaf de Ubaii; en la ciudad de Kufa, el Mushaf de Ibn Mas’ud; en la ciudad de Basora, el Mushaf de Abu Musa y en la ciudad de Homs, el Mushaf de Miqdad. En las Fuentes históricas han sido reportados numerosos casos de diferencias entre los Sahabas (compañeros) en cuanto a la recitación coránica, las cuales fueron causa de que algunos iniciaran la búsqueda de una solución.

En el Sahih Bujari hay un relato de Anas ibn Malik que dice: Hudhaifah que participó en la batalla de Armenia y Azarbaiyan acompañó a los ejércitos de Shams (Siria) e Iraq y observó durante la batalla diferencias dentro del ejército del Islam en la recitación del Corán, la cual causó en él un gran temor. Cuando regresó le dijo al califa Uzman: “Oh, Príncipe de los creyentes! Salva a la comunidad del Islam antes de que discrepen en su Libro sagrado al igual que los judíos y cristianos”. Así fue preparado el terreno para la obra de Uzman para unificar los ejemplares.

Muhammad ibn Sirin afirma que el califa Uzman reunió para esta obra a doce personas del Quraish y de los Ansar y ellos recopilaron numerosos Masahif (ejemplares). El primer trabajo realizado por este grupo bajo la orden de Uzman fue la recopilación de todos los escritos coránicos de todas las regiones de la extensa nación islámica de aquellos días. También solicitó a Hafsah, hija del califa Umar, para que le entregara el Mushaf recopilado en la época del califato de Abu Bakr, que luego pasó a manos de Umar y Umar a su vez le entregó a su hija. Éste era el ejemplar formal de los dos primeros califas.

En esta etapa todos los escritos del Corán, luego de haber sido reunidos y enviados a Medina, fueron quemados. Fue por esto que el califa Uzman fue llamado como Jarraq al-Masahif (el quemador de los manuscritos coránicos). Muchos lo criticaron fuertemente por este acto, aunque coincidieron con el hecho de la unificación de los ejemplares coránicos. Luego de la etapa de reunir los escritos coránicos y quemarlos y la etapa del registro y la escritura del Corán con una sola recitación, el siguiente paso fue el cotejo de los ejemplares escritos para cerciorarse de que no tenían diferencia alguna y de que su recitación era unánime. La última etapa fue el envío de los ejemplares controlados y cotejados a las diferentes regiones de los importantes centros islámicos. Luego del envío de estos ejemplares, cada uno de los cuales fue acompañado por un recitador coránico de parte del califa Uzman, todos los musulmanes debían recitar el Corán únicamente con la pronunciación del ejemplar enviado.

A pesar de que el Imam Alí (as) antes de cualquier recopilación había el mismo recopilado el sagrado Corán según el orden de su Revelación, lo había presentado al califa Abu Bakr y había sido rechazado por éste, no mostró oposición ni resistencia alguna ante el Corán recopilado por otros. El Imam Alí (as) aceptó el ejemplar propagado y mientras se encontró con vida, inclusive durante su propio califato, no contradijo este acto.

La exégesis espiritual del sagrado Corán

Todas las comunidades o gente del Libro tienen en común un problema que les viene planteado por el fenómeno religioso fundamental que les es común, es decir, el fenómeno del Libro sagrado, regla de vida en este mundo y guía del más allá. El problema a que nos referimos, tarea primera y última, es la comprensión del sentido verdadero del Libro, que está expresado en uno de los términos claves del vocabulario islámico de la palabra Haqiqat.

El término Haqiqat aparte de tener otras acepciones, designa el sentido verdadero de las revelaciones divinas, es decir el sentido que al ser la verdad, es su esencia y en consecuencia es también su sentido espiritual. La Haqiqat por lo tanto, no puede ser definida por un magisterio de manera dogmática, sin embargo se requiere de guías e iniciadores que lo conduzcan a ella. Sobre este eje se escalonan los sentidos de las revelaciones divinas, sentidos que corresponden a jerarquías espirituales, a niveles de universo que se abren en el umbral de la metahistoria.

Ahora bien, hay que decir que el más antiguo comentario espiritual del sagrado Corán esta constituido por las enseñanzas impartidas por los Imames (as) de la Familia del Profeta Muhammad (saws), en el curso de las conversaciones con sus discípulos. Además cada uno de los Imames (as) se constituye en su momento como un conservador del Libro sagrado, poseyendo así el sentido oculto de las revelaciones divinas.
El comentario coránico es una exégesis hermenéutica en el sentido real del término que aparece en toda tradición ortodoxa que posee una escritura sagrada. Este tipo de comentario que ahonda en el sentido interior de un texto sagrado se denomina Tawil como una interpretación simbólica y hermenéutica, al igual que el Tafsir que es la explicación del aspecto literal de un Libro sagrado.

El término Tawil literalmente significa devolver algo a su origen, ahondar en los misterios interiores del sagrado Corán, es precisamente la vuelta a su origen, porque el origen es lo más interno y la Revelación del texto sagrado es a la vez un descenso y una exteriorización del mismo. Debemos volver al interior para alcanzar el origen, porque todo tiene un interior y un exterior. Por lo tanto el Tawil debe ir desde su forma exterior al sentido de su forma interior.

Para mostrar las fuentes tradicionales de esta importante doctrina del Tawil, citaremos la enseñanza misma de los Imames de Ahlul Bait (as), que nos permite comprender la hermenéutica coránica de sus narraciones. El Imam Alí (as) dijo: “No hay versículo coránico que no tenga cuatro sentidos: el Zahir, que es lo exotérico para la recitación oral. El Batin, que es lo esotérico para la comprensión interior. El Hadd, que es el límite de los enunciados que determinan lo lícito y lo ilícito y el Mutala, que es el proyecto divino de Al-lah que propone realizar en el hombre por cada versiculo”. El VI Imam Yafar Sadiq (as), recoge estas palabras del I Imam diciendo: “El Libro de Al-lah comprende cuatro sentidos, el primer sentido se denomina Ibarat, que es la expresión anunciada literalmente dirigida para el común de los fieles creyentes. El segundo sentido es denominado Isharat, que es la dimensión alusiva que concierne a la élite de los Sheijes (maestros) para la compresión espiritual. El tercer sentido es denominado Lataif, que es el sentido oculto relativo al mundo suprasensible, que solo incumben a los wali-Allâh (amigos y amados de Al-lah) como una amistad predilecta de lo Divino que solo atañe a la visión de los Imames de Ahlul Bait (as). Y el cuarto sentido se denomina Haqaiq, que son las elevadas doctrinas espirituales que solo le pertenecen a los profetas de Al-lah y estan relacionados con la realización integral del Islam espiritual”.

Uno de los más célebres Sahabas (compañeros) del Profeta Muhammad (saws) es Abdullah ibn Abbas, que exclamó un día en medio de una multitud de musulmanes en el monte de Arafat a doce millas de la Meca, haciendo alusión al versículo coránico relativo a la creación de los siete cielos y las siete tierras que aparece en la Sura at-Talaq: (sura 65, aleya 12: Al-lah es quien ha creado siete cielos y otras tantas tierras) Ibn Abbas dice: “Oh gente, si comentara este versículo, tal y como yo mismo lo he oído comentar por el propio Profeta Muhammad (saws) me lapidarías”. Es al mismo Profeta Muhammad (saws) a quien se remonta un Hadiz Qudsi (narración sagrada) sobre los siete sentidos esotéricos, que es por decirlo asi, el emblema de todos los místicos musulmanes que dice: “El Corán tiene una apariencia exterior y una profundidad oculta, un sentido exotérico y otro esotérico, a su vez, este sentido esotérico encierra otro sentido esotérico, así sucesivamente hasta siete sentidos esotéricos”.

Las consideraciones de las narraciones precedentes clarifican una técnica del comprender que postula una exégesis al sentido espiritual del Tawil. Ahora bien, los términos Tawil y Tanzil están a la vez en relación de complementariedad y de contraste. La palabra Tanzil es el descenso de la Revelación desde el mundo superior y designa propiamente a la religión positiva de la ortodoxia, de ese aspecto literal de la Revelación dictada por el Angel Gabriel (as) al Profeta Muhammad (saws). Todo el proceso de ahondar en el sentido interior del sagrado Corán, de descubrir la única sabiduría que comparten las religiones semíticas se basa en este proceso del Tawil que no posee el mismo sentido que en la teología sunnita, ni en la jurisprudencia islámica que solo se basan en el sentido literal del Corán frente a su interpretación racional. El Tawil consiste en adentrarse en el sentido simbólico del texto sagrado, de reconducirlo al origen y hacerlo volver al sentido verdadero y original. Así pues, solo los Imames de la Familia profética practicaron el Tawil tomando el enunciado de su apariencia exterior y haciendolo regresar a su verdad. Esto es el Tawil como exégesis espiritual interior, exégesis simbólica y esotérica. Con la idea de esta exégesis se abre paso la guía del exégeta, es decir la guía del Imam como exégeta por excelencia de lo esotérico y bajo la idea de esta exégesis se trasluce la del éxodo, que es un éxodo más allá de la metáfora y la servidumbre de la letra, más allá del exilio literal y del occidente de la apariencia exotérica, hacia el oriente de la idea exegética original y oculta.

Los comentarios del sagrado Corán

En el mundo islámico existe una larga tradición de comentarios hermenéuticos del sagrado Corán entre los sufíes del sunnismo y los sabios místicos del shiísmo. Entre los comentarios del sufismo sunni recogidos de los principios de la hermenéutica espiritual de los Imames de Ahlul Bait (as) mejor conocidos sobre el Libro sagrado está el gran comentario místico de Ruzbehan Baqli Shirazi, también Rashidoddin Maybodi elaboró un monumental comentario que comprende el Tafsir y el Tawil místico del sagrado Corán y otro comentario célebre es el Tawil al-Quran compuesto por Abd ul-Razaq Kashani, insigne representante de la escuela de Ibn Arabi que completa el ternario de los más famosos comentarios del sufismo sunnita.
Por lo que se refiere a los comentarios coránicos de los insignes místicos del shiísmo de naturaleza teosófica y esotérica tenemos la obra monumental de exégesis de Molla Sadra Shirazi, su contemporaneo el Sayyed Ahmad Alawi discípulo de Mirdamad elaboró un Tafsir filosófico del sagrado Corán. El sheij  sufi Joyeh Abdullah Ansari tambien desarrolló un Tafsir coránico. Por otro lado, el teósofo Abul Hasan Amili Isfahani compuso una suma del Tawil titulada “El espejo de las luces”, verdadero prolegómeno a toda hermenéutica del sagrado Corán y por último esta la monumental obra del Tafsir al-Mizan del insigne maestro el Sayyed Allameh Tabatabai.

Epílogo

En conclusión, diremos que el sagrado Corán para el musulmán es la revelación divina de Al-lah y es el libro que contiene un mensaje a la humanidad, pues el sagrado Corán es tanto una fuente de leyes que guía la vida práctica del creyente y una fuente inagotable de conocimiento metafísico que inspira las formas espirituales de los hombres. El sagrado Corán es un universo cuyo molde se funde en el entorno natural y metafísico del hombre, un universo que determina la vida del alma humana, su nacimiento, su realización, su muerte y su destino final más allá de este mundo. Es en este sentido es la teofanía central del Islam, como una teofanía que nunca habría llegado a los hombres y que nunca habría sido entendida si no fuera por aquél que fue escogido para transmitírsela y comentársela a los hombres: El Profeta Muhammad (saws). En cierta ocasión los compañeros le preguntaron al mensajero de Al-lah, ¿cómo podrían recordarlo y cómo podrían conocer la naturaleza de su alma las generaciones posteriores? El Profeta Muhammad (saws) respondió: “Leyendo el sagrado Coran”. Y es al estudiar la vida, las enseñanzas y el significado del Profeta Muhammad (saws) como puede entenderse el sentido pleno del mensaje del Islam tal y como está contenido en el Libro sagrado. Finalmente el Imam Alí (as) nos dice en el Nahyul Balaghah lo siguiente: “El exterior del Corán es maravilloso y su interior profundo. Sus maravillas nunca desaparecen y sus secretos nunca se acaban. Las oscuridades de las dudas y la ignorancia no se apartan excepto bajo los rayos de su luminosidad”.


Te podría interesar

1 comentarios

  1. ¡Pésimo "artículo"! Ya que no se alude al texto importantísimo del filósofo francés Henry Corbin, llamaré a esto plagio.

    ResponderEliminar

No se permite bajo ningún criterio el lenguaje ofensivo, comente con responsabilidad.

Lo más leído

Like us on Facebook

Contacto Cultural