Sensaciones Árabes e Islámicas en la literatura salvadoreña por Bilal Portillo
domingo, julio 23, 2017
En los jardines de Saadi cantaré mis versos
Roberto Armijo
«Suele
llamarse Academia de Bagdad a la Casa de la Sabiduría creada por el califa
Al-Mamún (siglo IX). Pero no era una tertulia, como la Academia de Platón, sino
un centro de investigación patrocinado por el poder, como el Liceo de Atenas y
el Museo de Alejandría. Tenía sabios, poetas y músicos; colecciones de objetos,
plantas y animales; biblioteca, observatorio astronómico, laboratorios
alquímicos y de farmacopea. En Bagdad, se traducen al árabe todas las obras de
Aristóteles y algunas de Platón. En Bagdad, renacen las tradiciones de
Alejandría: las aristotélicas o empíricas (estudio de los cielos y de las
sustancias, medicina, compilación de textos y filología) y las platónicas o
especulativas (matemáticas, teología, poesía, mística)» (1).
Esta descripción del Bagdad de
hace más de mil años, es increíblemente bella, y hoy increíblemente lejana. No
parece real si se compara con el estado actual de las cosas en Oriente Medio. Los
musulmanes no siempre fueron vistos como bárbaros y empobrecedores de la
cultura, hoy tristemente para mucha gente es así, en parte por el
importantísimo magisterio de la publicidad como dice Mario Vargas Llosa en uno
de sus ensayos. Ahora si desempolvamos la historia a lo mejor y comprobamos que
el retrato de Gabriel Zaid con el que comienza este comentario es cierto, y que
en alguna medida ese legado pudo llegar hasta América y por supuesto aunque muy
fragmentariamente a nuestro país, a su gastronomía, arquitectura y letras. Cosa
por la cual transita esta selección.
Siempre es bueno ponerse un
poco en contexto y por eso me permito unas palabras -muy pocas en realidad- sobre el legado
cultural islámico y algunas de las repercusiones más tangibles en
Hispanoamérica:
La
expansión y las espectaculares conquistas de los musulmanes entre los siglos
VIII y X, no sólo significaron vigor e ingenio militar, también puede decirse -amparándonos en la historia-
que este paso fue brisa y verdor cultural. La fulgurante y alada belleza de las
ciudades de Córdoba y Granada, de Bagdad, la constelación de sabios y filósofos
de Isfahán y Shiraz, y la flamante poesía de los místicos de Delhi y Estambul
con toda seguridad son ejemplo fiel del legado artístico que se le debe al
Mundo Islámico, hubo en ese momento un enamoramiento estrecho entre el Islam y
el arte, hoy nos queda al menos la fascinación. Sobre esto el historiador Juan
Vernet nos ha legado estas intensas palabras:
En la época
de Abd Rahman II (822-852) las tornas se han cambiado y la civilización
arabigoandaluza precede, salvo en el dominio de la medicina, a la de los
vencidos. Estos buscan por todos los medios tener acceso a las corrientes
literarias orientales y para ello procuran dominar el árabe aun a costa de
olvidar el latín (2).
También María Rosa
Menocal, historiadora cubana, escribe:
Al-Andalus
para los musulmanes, Sefarad para los judíos. Nombres que evocan un capítulo
único en la historia, cuando musulmanes, judíos y cristianos lograron crear en
la península Ibérica una sociedad vibrante marcada por lo convivencia en un
clima de tolerancia. Un mundo donde un judío podía ser el visir del califa y el
epitafio de un rey cristiano estaba escrito en latín, árabe, hebreo y
castellano. Una cultura que se nutría de matemáticos, filósofos, poetas y
músicos (3).
El escritor salvadoreño nacido en
Tonacatepeque, Francisco Espinosa en Literatura
Universal y Etimologías dice así:
Escritores árabes, durante la edad media, llevaron
a Europa la filosofía griega. Por ejemplo Alkandi, Alfarabi y Avicena. El
último era filósofo, poeta y médico. Son célebres sus Razonamientos sobre el
Alma y Fuentes de la Sabiduría (4).
Para finalmente revelar
en la misma obra que:
Asimilaron los árabes la cultura de los pueblos que
sometieron a su dominio. En la literatura y, sobre todo en el cuento hay
influencias de otros países como Persia, India, Grecia y Egipto. Lo demuestra
la colección titulada Las Mil y una Noches, donde hay maravillosas narraciones
como Aladino y la Lámpara Maravillosa, Alí Babá y los Cuarenta Ladrones y
Simbad el Marino(5).
Espinosa
acierta en señalar que la literatura de los pueblos vencidos por el Islam le
proporcionaron un sinnúmero de posibilidades filosóficas, literarias,
científicas y religiosas; uno de los
pueblos abrazados por ese ímpetu fue el del sur de España, que entre los siglos
VIII y XIII se conoció bajo el ahora casi legendario y melancólico nombre de Al-Andalus, allí tuvo lugar una interesante
efervescencia cultural: varios pueblos, al menos tres credos y varias lenguas
se alimentaron mutuamente, un caso bastante representativo de esa interacción
lo constituye el Aljamiado, un
interesante ensayo lingüístico de lengua romance escrita usando el alfabeto
árabe (6), ahora el idioma español es
tal vez la lengua de la familia romance más influenciada por el árabe, un autor
como Pedro Geoffroy Rivas de hecho señaló esta cuestión, aunque parcamente en
su ensayo La lengua Salvadoreña (7) y
también en el texto Origen y evolución de
las lenguas romances (8). Pero no solo nuestro idioma, también la
literatura recibió esa herencia, del elemento árabe e islámico entonces se
enraizó de tal manera que muchos de sus personajes sirvieron como tema de fondo
para poesías, cuentos, romanceros, canciones e historias. También hay por ahí
una interesantísima investigación desarrollada por Sabih Sadiq, bajo el nombre
de LA INFLUENCIA DE LA POESÍA ÁRABE EN LA
POESÍA ESPAÑOLA DEL SIGLO XIX, que contiene un análisis sobre el uso de
metáforas árabes en la poesía en español (9).
Con la llegada del
periodo de la Colonia en América, los españoles y también los portugueses
trajeron a esta parte del mundo fragmentos de ese legado, representados por
ejemplo en el arte Mudejar (10) y en
una serie de cuentos, historias y refranes. Ya bien entrados en el siglo XIX y
principios del XX algunos de los mejores autores de nuestra lengua comenzaron a
retomar en serio el tema en sus escritos: García Lorca, Rafael Cansinos Assens,
Ángel Ganivet y Ortega y Gasset en España, Borges, Rubén Darío y Luis Cardoza y
Aragón en América Latina.
En lo que se refiere a la literatura
salvadoreña, tema central de esta selección, hay que saber que de acuerdo a
Pedro Escalante Arce y Abraham Daura (11) existen textos de canciones
denominadas morismas que ingresaron durante la Colonia en lo que hoy es
Sonsonate, también el escritor Ricardo Lindo en una pequeña investigación bajo
el nombre de Moros, cristianos y brujos
en San Antonio Abad, transcribe fragmentos de historias del mismo tenor que las citadas por Arce y Daura, Lindo al
hablar del mundo en el que se desarrollan esas historias, asegura que «En el
repertorio salvadoreño el mundo en que se mueven las historias incluye Europa,
África del Norte y Oriente Medio» (12), es decir un mundo en donde lo islámico
y árabe es mayoría. Ahora bien, volviendo nuestros pasos a la investigación de Escalante
y Daura, una de estas morismas que data de 1761 habría sido puesta en escena
por mulatos de Sonsonate, y lo interesante es que en ella ya se hace mención de
personajes islámicos, aunque en mi opinión todas estas morismas no dejan de ser
copias de bolsillo de obras como El
cantar del Mio Cid o La chanson de
Roland. Por pura curiosidad reproduzco aquí un fragmento –nótese los
arcaísmos- de esa morisma titulada Historia
del redentor cautivo:
«Alá, famoso Don Carlos,
oy guarde a tu magestad,
por Celín Rojel, mi Rey,
te he venido a saludar”.
“Por crédito de Mahoma,
sagrado, y Santo Propheta,
el besaros pies y manos,
oy merezca mi obediencia”.
“Ea poderoso Mahoma,
ea Soberano Alá,
líbrame de este peligro,
sácame de este afán,
ea ilustres Mahometanos»
(13).
Posterior a la instauración de
la República de El Salvador, y con el empuje de movimientos como el Modernismo,
se pueden rastrear varias menciones de estos elementos orientales, por ejemplo
en algunos poemas –una parte de ellos incorporados a la selección que acompaña
este trabajo- recogidos en la Guirnalda
Salvadoreña de Román Mayorga y en algunas revistas y textos de la época. Sin olvidar las deliciosas crónicas de Ambrogi en
su paso por Oriente (14), también el ladino fraguador de una genealogía mora
del cuento Indiofilia Tragicómica del
narrador y humorista José María Peralta Lagos (15), o el dato de Luis Gallegos
Valdés en su Panorama de la literatura salvadoreña acerca de la existencia del texto Tratado elemental del calendario musulmán
(de 1890) atribuido al historiador Santiago I. Barberena (16), que bien podría
ser el primer escrito en abordar de manera específica una temática islámica en
el país.
Aunque soy consciente que en temas de investigación
histórica la invitación a desbaratar los enunciados siempre está abierta.
Francisco
Gavidia considerado uno de los padres fundacionales de la literatura nacional,
hombre de gran hondura cultural y autor del texto Estudios Árabes (17), se expresó sobre el tema en una conferencia
dictada en 1945 en Guatemala, en el contexto de la inauguración de un
Departamento Humanístico de la Universidad de San Carlos:
Es, sin
embargo, digna de mostrarse la persistencia con que la tradición arábiga se
incrustó en la tradición castellana; basta recordar los cuentos de las Mil y
Una Noches, y los del Conde Lucanor, traducciones de los orientales.
Es un tópico
de la historia que el primer ejemplar de nuestra "Lógica" de
Aristóteles fue enviado por el califa Harum-al-Raschid al emperador Carlomagno.
Por consiguiente, me parece a mí que, tomadas todas las precauciones, debería
dárseles alguna atención a los estudios orientales que corresponden al ramo de
la civilización arábiga (18).
Aunque al contrario que Gavidia
hubo escritores, entre ellos el célebre narrador Miguel Ángel Espino que no
vieron con tan buenos ojos esta influencia, de hecho Espino en una fulminante
acometida en contra de los colonizadores españoles, no perdona ni a los moros
al acusar que:
Cuando la conquista, el español tenía mucho de
moro; el carácter impetuoso, con llamaradas de entusiasmo, la irascibilidad,
etc. El imperio árabe, conquistado en un minuto, tenía que caer porque carecía
de consistencia; era una potencia hecha de espuma de jabón. Todas las obras de
la violencia, son, en síntesis, raquíticas. Al árabe le faltaba la
persistencia, la voluntad consciente del esfuerzo. Fatalmente para nosotros,
España fue un paréntesis (a través de él saltaron los moros hasta América y
dejaron sus vicios) (19).
Después
con la súbita puesta en escena del movimiento de la Teosofía, cuya fuerza
indómita logró impactar a varios escritores nacionales como Alberto Masferrer,
Salvador Salazar Arrúe (Salarrué), Claudia Lars entre otros. Este movimiento
puso de nuevo en la palestra el tema de Oriente, de tal manera que algunas
reminiscencias islámicas y árabes entraron a nuestras letras por este canal,
véase por ejemplo el poema Omar de Masferrer
–incluido en esta selección-. También hay un par de acotaciones de la obra de
Salarrué escritas por Hugo Lindo en donde se pone de manifiesto el elemento
oriental –persa y árabe- en algunas de sus más fantásticas narrativas (20), de
hecho algunos personajes de estos cuentos tienen nombres que leídos al revés
resulta que pertenecen a algunos de los más célebres protagonistas de las Mil y una noches.
De
Oyarkandal por ejemplo resulta que Onidala leído al revés es Aladino, Ababila
sería Alí Babá y Dabmis sería Simbad (21).
Así
mismo la poesía y narrativa de Hugo y Ricardo Lindo también es depositaria de
elementos de origen judeo-islámicos,
como en los cuentos Abn Al Jaschid de
Hugo, El Juicio en Santa Rosa de Lima
y el apartado número V del cuento Mambrú,
titulado el Laud de Aleya (22) que se
encuentra en la recopilación titulada El
arca de los olvidos de Ricardo, los dos primeros incluidos en la selección
que acompaña este texto.
De
los otros escritores contemporáneos, ahí están por ejemplo algunos textos de
Roberto Armijo, José Roberto Cea, de David Escobar Galindo, de Ricardo
Castrorrivas, Julio Iraheta Santos, Rolando Costa y de otros autores aún más
nuevos como Mauricio Orellana Suárez (23) cuya novela Te recuerdo que moriremos algún día, tiene ese aroma de Oriente en
su estructura y personajes, Mustafa Al-Salvadori con su poesía repleta de
dadaísmo e Islam, César Alvarenga o Federico Hernández Aguilar. Y en cuanto a
los elementos árabes e islámicos más frecuentes o más citados, a continuación
cito algunos de ellos:
§ - Las huríes (24) del paraíso musulmán
§ -Alá (25)
§ -Mahoma (26)
§ - Los moros (27)
§ - El poeta persa Omar Khayyam (28)
§ - Harún Al Rashid (29)
§ -El Corán (30)
§ - Palacios árabes como la
Alhambra
§ -Ibn Rush (Averroes) (31)
§ -Personajes de las Mil y una noches.
Para
capitular este comentario me gustaría confesar que esta selección no es más que
un muestrario o una pequeña mirada de nuestra literatura. Por otra parte la
extensión de ciertos escritos que aunque me fue posible encontrar, me obligó a
transcribir sólo fragmentos y en algunos casos a obviar su incorporación.
También me gustaría resaltar como caso interesante el caso de los textos de la Guirnalda Salvadoreña y el uso que del
lenguaje hacían nuestros poetas en ese momento, las negritas en los textos las
he puesto yo con el fin de ubicar con más facilidad esos elementos de los que
trata esta selección. Además el título de este trabajo lo puse pensando en uno
de los más asombrosos libros de Arturo Ambrogi.
Selección:
-Poesía
IGNACIO GOMEZ (1813)
GRANADA
(fragmentos)
Versos escritos para una señora de aquella ciudad
Y ese lejano murmullo
Se dilata en la ancha vega,
Que riegan con sordo arrullo
A un tiempo el Darro y Jenil.
En su nítida corriente,
Que entre pensiles de aroma
Refleja al purpúreo Oriente
La espiga, el fruto, la flor.
Abrevaban sus corceles
El Zegri y Abencerraje,
Cuando el Sol de los Infieles
Se alzaba aquí en su esplendor.
Ya aquel pueblo, cuya cuna
Fué el oriente, no levanta
Su sangrienta media-luna
En la ciudad de Boabdil:
No ya el cántico guerrero
Se oirá entonar á sus bardos,
Ni al sol brillará su acero
Contra los pueblos del Cid.
Pero de su antigua historia
Un recuerdo indefinible.
Un rayo de aquella gloria
Con su mágica ilusión
Galvaniza todavía.
En sus desiertos de arena.
El cadáver del que un día
Fué un pueblo heroico español.
Y ese ardiente sentimiento,
Esa altiva descendencia
Da vida á su pensamiento,
Le imparte fuego vital;
Y en la fúlgida aureola
Ve, de ese poético ensueño.
De aquesa visión, la sola
Que sea digna de Alá (32).
CARLOS BONILLA (1841)
A LA LUNA
(fragmentos)
Con tinte de perla, con orlas de plata
Do místicas sombras, etéreos querubes
Tu plácida lumbre en ellas retrata.
Por eso cual Diosa te vieron los hombres
Bajar á la tierra, bañarte en sus mares;
Tuviste atributos y poéticos nombres
Y así te adoraron en templos y altares.
Y aunque ha fenecido la era pagana,
Te adora en las selvas sencillo el salvaje;
Del Sol te proclama la esposa galana,
Te dá en las estrellas brillante linaje.
Y aun eres emblema de mística creencia,
La fé sarracena te opone á la cruz;
Y has visto en combates de horrible violencia
Reñir las naciones por Mahoma y Jesús (33).
JUAN JOSE BERNAL (1841)
A TERESA
(Fragmentos)
Hurí proscrita de
los jardines
Del paraíso de los amores,
Son tus hermanos los serafines,
Y te agasajan brisas y flores.
Si algún morisco tus ojos viera
Y tu faz pura, que tanto agrada,
Estoy seguro que se creyera
Allá en la Vega de su Granada.
¿ Quién mirar puede tus negros ojos
Tus frescos labios, tu tez rosada,
Sin que rendido caiga de hinojos,
Ni se enloquezca con tu mirada ?
¡ Qué nada tenga con que obsequiarte
En este día sino mis cantos!
¡Qué yo no pueda palacios darte
Como la Alhambra, llenos de encantos !
Si dueño fuera del vasto Oriente,
Aun conservando tu fé cristiana,
Colocaría sobre tu frente
Una corona como sultana (34).
ELISEO MIRANDA (1845)
SAN VICENTE
(fragmentos)
Con sus plazas de hermosa figura,
Con sus calles de fino enlozado.
Con sus templos de rica estructura,
Con sus fuentes de terso cristal ;
Con sus huertas de frutas satírosas,
Con jardines, vergeles y prados,
De legumbres cubiertos y rosas
Que los riegan las manos de Alah (35).
ISAAC RUIZ ARAUJO (1850)
TE AMO
(Fragmentos)
¿Quién en el mundo como tú de bella?
Pensamiento de un ángel ¿quién tan pura?
No hay nada en tí de mundanal críatura.
Solo la forma tienes de mujer.
Al contemplarte, he creido en las huríes
Que habitan el paraíso musulmán,
En esas hadas que en la noche van (36).
ANTONIO NAJARRO (1853)
RECUERDOS
(fragmentos)
Su hermosa patria, aquel jardín ameno
En donde moran encantadas ninfas
Donde murmuran cristalinas linfas,
Donde no brama rudo el huracán
Cielo es aquel, prodijio de hermosura
Verjel de lirios, de jazmín y rosa,
Trasunto fiel de la mansión dichosa
Conque delira insomne el musulmán (37).
FRANCISCO GAVIDIA (1863)
CASILA
Una hija tiene el Rey Moro,
El
Rey Moro de Granada
Casila hurta de la mesa
Del Rey, panes y viandas
Y se las da a los cautivos
Por las rejas bien herradas...
Un día en los corredores
El instante que ella pasa,
Llevando viandas y panes
A hurtadillas, en la saya,
Héte al mismo Rey que llega,
Héte al mismo Rey que le habla:
-¿Qué llevas a los cautivos
Que abulta tanto la saya?
Ella respondió: -Son flores!...
Y el al punto asió la falda
Y de la falda rodaron
Rosas, azucenas blancas,
Una lluvia de jazminez
Que ya perfuman la arcada,
Lirios y claveles rojos,
Violetas y albahacas (38).
Alberto Masferrer (1868)
Omar
Omar, Califa de
mirada profunda, te alabo sobre todos los hombres. Tú viste hace mil
trescientos años la enfermedad que había de matarnos o enloquecernos. Tú
adivinaste que el hombre no puede vivir de teorías sino de amor. Tú viste que
la especulación mata la vida, y que el abstraer continuo reseca el corazón.
¡Quién pudiera otra vez hallar como tú hallaste,
juntos y hacinados todos los devaneos de la mente humana, todos los libros
surgidos de la locura, del tedio y del miedo, y arrimarles la tea salvadora, y
reducir a cenizas el pescado y la ley, el ayer muerto y el futuro vano, el
culto a Satán y a Moloch, el temor del infierno y la ansiedad del cielo! Y
quedar libres, libres de Roma y de Babilonia, de Salomón y David, de César y
Alejandro: del derecho y del deber; de la ciudad y de la patria; del arte
absurdo y de la ciencia mentirosa. Y olvidarlo todo, todo; y no volver a pensar
nunca en Moisés ni en Licurgo, ni en los estoicos ni en los epicúreos, ni en
los sistemas filosóficos, ni en los misterios; y quebrar y aventar los códigos,
y las ficciones todas del honor, de la propiedad, de la tradición, de la
patria, del Estado; y que se borraran del hombre el pensamiento de ultratumba y
la inquietud atenaceante de ser perfecto; y que volviera a ignorar, desnudo, su
cuerpo y su alma, que existen la malicia y el pecado; y nos sintiéramos, una
vez más, de la montaña y del desierto; frente a la belleza de las nubes
calladas, y de las aguas susurrantes...y que en recompensa de cien mil años de
dolor, en recompensa de cien mil años de temor y de locura y de sangre y de
odio, que son nuestro calvario inmenso, se nos diera que sólo quedara en
nuestro corazón una flor entreabierta, sonrosada y leve y fragante, que se
llamaría piedad, y una nube tenue y dorada y luminosa, que se llamaría belleza
(39).
Roberto
Armijo (1937)
IX
Estambul
La Mezquita Azul
El Cuerno de Oro
En el puente Galata entre asiáticos oímos el
lenguaje de las estepas
En el Tokapi el Sultán
delicado sensual
Respiraba una rosa de Hispagán
Aquí Bayaceto caminó entre rosales (40).
Averroes
AMOR MÍO aquí vivió soñó contó las estrellas Averroes
Era quizás ese ciprés que estaba entre el viento
y su ansia por aprisionar temblorosamente el
universo
Esa música que oímos escuchó el viejo divino
la alondra extasiada abría sus alas en la mañana (41).
José Roberto Cea (1939)
Casi el encuentro, CEE: 115, IX
Y yo soy un muchacho
que ha perdido la historia y los sonidos.
Y me siento perdido en pleno vértigo.
Y hay un moro cayéndome despacio
como campana azul (42)
Julio
Iraheta Santos (1939)
Un zapatazo
En
el nombre de Mahoma
y
el otro en el de Alá
contra
el Satán imperialista
cánido
maligno
Qué
unción de dignidad
para
millones de irakíes
y
la memoria dolorosa
de
sus niños
mujeres
y
mayores
cientos
de miles
asesinados
por el imperio
¡Gracias!
Muntazer
al-Zaidi
por
iluminarnos
y
compartir el corazón
de
los hermanos de Simbad
por
la estela de tu patriotismo
que
cruza las aguas
de
una humanidad
renovada
en su esperanza
¡Salaam
aleikum!(43)
Rolando
Costa (1942)
Con
la cabeza hundida en el manto azul
de
la virgen declamó a Omar Khayyam mientras el niño
jugaba
con su abundante cabellera de ermitaño.
Y
aquél, descoyuntado, hirsuto, se levantó, se acercó a
él,
le tomó de las barbas y lo arrastró de ellas por el
suelo
fangoso.
Fuese
a lavar el rostro en la lluvia y les dejó solos (44).
David
Escobar Galindo (1943)
Devocionario
(Fragmentos)
Quisiera
creer en la reencarnación:
Es
como reeditar la primavera.
Es
como darle largas al misterio.
Yo
apunto mi deseo, por si acaso:
Ser
un rufián con alma de profeta,
que
le enmiende la plana a Omar Kheyyam (45).
Mustafa
Al-Salvadori (1971)
Hipnótica Alquibla
Ya
no puedo más vivir así sin oración
(no
vivo, pervivo, sobrevivo),
por
eso oriento todo mi ser
hacia
La
Meca
para
ajustar mi alma eremítica
y
sintonizar la Kaaba…
¡Hipnótica
Alquibla!
hacé
reposar mis pensamientos,
aquietá
mi corazón,
inundame
de Dios (46).
-Narrativa
Hugo
Lindo (1917)
ABN
AL JASCHID
Hay
que reconocer que la idea de Abn Al Jaschid fue original sólo hasta cierto
punto. Los grandes elogios que recibió, parecen radicar más en el valor
práctico, que en el valor científico del invento, porque, al cabo, cualquier
otro químico del Universal Technologic Institute, habría podido venir a parar a
lo mismo.
Se
le había encomendado el desarrollo de una de las más interesantes cadenas del
carbono, en busca de un material plástico que, transparente como el vidrio,
tuviese un alto grado de fusión, una gran elasticidad, y algunas otras características
señaladas en la cédula de requerimiento. La cadena le había dado ya varias
sorpresas, porque el carbono, como algunas tribus africanas, guarda sus propios
misterios.
Por
ejemplo, estaba el asunto aquel de un alcohol verde claro, perfectamente imprevisto,
cuyo delicioso aroma de claveles le había puesto una borrachera súbita de la
mejor calidad, y que, bebido en dosis mínima, lo había echado a dormir cuatro
días seguidos, soñando en una hermosa bacanal. Esto, para sólo mencionar una de
las sorpresas intermedias, Porque la máxima fue la que produjo su triunfo y su
fracaso. Yo estoy seguro de que Abn Al Jaschid no dio en ese clavo
intencionalmente.
El
trabajó en silencio. No puedo afirmar que honestamente buscara sólo esa especie
de vidrio sintético que le había pedido el Instituto, porque sé lo fantasioso
que ha sido siempre mi amigo el árabe. Como que lo conocí en una ciudad mediterránea,
que hoy no puedo recordar cuál era, hablando de una especie de química-poética,
llamada a revolucionar la aplicación práctica de su ciencia.
—Vea
usted —me dijo—. El mundo occidental está perdiendo su tiempo en estos territorios
científicos, porque se ha propuesto ganarle tiempo al tiempo... Le parece una
paradoja; pero no es. Como el interés que tienen mis colegas europeos y
norteamericanos, es el de hacer las cosas más rápida y cómodamente, se han
olvidado de que lo que en verdad nos hace los minutos más breves y amables, es
lo que no tiene valor práctico.
—Pero
no me negará Ud. que es una maravilla tener disponibles lo que pudiéramos llamar
signos del siglo XX: el radio, el automóvil, la cinta engomada que los gringos
llaman "tape", el sistema de venta a plazos, el Corn Flakes supervitaminizado
y con rayos ultravioletas...
—Es
una maravilla, si Ud. quiere, cuando todavía no los tiene. Pero cuando ya los
tiene no sabe qué hacer con ellos, como no sea trabajar. Y entonces resulta que
en vez de haberle robado tiempo al trabajo en general, lo ha hecho Ud. con cada
uno de los trabajos particulares que tiene pendientes, con lo cual le queda más
tiempo disponible para trabajar. Ha citado con acierto el asunto de las ventas
a plazos. Eso ocurre con todo. Cuando usted está terminando de pagar las letras
del carro, ya le empiezan a cobrar los papelitos verdes de la refrigeradora, y
no ha concluido con ellos, cuando el banco le avisa el descuento o redes-cuento
de los pagarés que firmó a favor del vendedor de radios. Su presupuesto no se
desahoga nunca: por lo contrario, está cada vez más ahogado.
-¿Y
qué propone usted?
—Nada.
Poner la ciencia al servicio del disparate.
Un
escritor francés que estaba con nosotros sonrió levemente, mientras en los ojos
se le encendía una chispita de latina aprobación. En cambio, un corredor
británico —pipa, shorts— se quedó viendo con los ojos de pizarra, el agua quieta
de la alberca del hotel. No dijo nada. Pero todos sentimos la rotundidad de su
desacuerdo.
No
me extrañó el asunto cuando vine a saberlo. Pocos días de permanencia y de conversación
con el árabe en aquel hotelito inolvidable, me habían dado la certeza de que,
tarde o temprano, Al Jaschid inventaría o descubriría una aplicación
perfectamente disparatada de la química. Tenía, indiscutiblemente,
"elán" poético. Envuelto en una túnica semi-aérea, cerraba los ojos
para hablar de sus viajes:
—Ibamos
navegando por las Columnas de Hércules. La noche estaba llena de ojos, y el mar
se despeinaba una melena brutal ...
O
bien:
—¡Las
palmeras!... ¡Ah, las palmeras!...
Era
el acento. No eran las palabras. Decía aquello con un acento tal, que en la mente
de sus interlocutores se pintaban nítidos, el desolado paisaje del Sahara, o
los mercados beduinos, o... ¡A eso vamos!
Una
tarde tomábamos el té. El cielo empezó a cambiar de tonos, y, con el cielo, también
el agua de la piscina, porque llegaron unas ninfas en mallas de todos estilos,
colores, y hechuras. Displicentemente, con la dignidad del hombre que sabe
tomar té, me dijo entonces el químico:
—Eso
de la monogamia es una estupidez. Esperé que fuese desgranando uno a uno los argumentos
conocidos, que con tanta firmeza y documentación rebaten nuestros textos de
moral. Pero no fue así. Continuó: —Si es cierto que hay un cielo, ése debe ser
el de Mahoma. No me crea un
epicúreo... es que sin la vida sensual no hay imaginación posible, y en donde
no hay imaginación podrá haber cualquier cosa, menos cielo.
Antes
del triunfo, el único que supo de su hallazgo, fui yo. Por eso tengo la
primacía del relato, con los derechos de la idea inscritos bajo el N° A-7291
del Libro Cuarto de Inscripción de la Propiedad Químico-Literaria del Instituto
Universal de Tecnología. Me hizo la confidencia después de unas cuantas noches
de juerga en todas partes.
De
Nueva York a París, de París a Washington, de Washington a la sede del Instituto.
El árabe solía beber lentamente, con una gran parsimonia, pero en cantidades
muy dignas de estimación.
—Venga
usted a ver...
Me
mostró una caja como esas en que los niños guardan sus cubitos con letras o los
trocitos de construcción. Sólo que aquí había pequeños rectángulos de unos seis por cuatro centímetros, de una
especie de yeso reseco, de diferentes tonos de rosado y amarillo.
—¿Qué
es esto?
—Ya
lo verá.
Y
en vez de invitarme a té o whiskey, sacó una tabaquera de rapé, y me ofreció un
polvillo blanco. No supe qué hacer con el polvillo, de modo que esperé a que él
me diera el ejemplo. Puso una cantidad pequeña en la uña del pulgar, y lo
aspiró por la nariz, como un perfume. Yo lo imité. Seguimos conversando de diversos
tópicos, y repetimos la hazaña varias veces. De pronto la atmósfera se puso
levemente dorada. Debió de ser la hora.
Abn
Al Jaschid tomó —recuerdo bien— el rectángulo número seis, que era de un tono
terracota, y me llamó al cuarto de baño.
—Pase
lo que pase... ¿Me jura que no lo dirá a nadie todavía? Juré con toda la
solemnidad del caso.
Colocó
el rectángulo en el piso y abrió la llave de la ducha. El agua fría empezó a caer
sobre el ladrillo de yeso, que la sorbía con una avidez increíble. Y se iba
hinchando. Subiendo Tomando estatura y color y... ¡cuerpo entero de mujer!
—Se
la presento: es Edith Mellow, modelo de Los Angeles...
Sin
duda por su profesión, la chica no se extrañó de ver su morena y turgente desnudez,
frente a dos hombres.
—Very glad to
meet you...
No
le respondí el cumplido por no hablar innecesariamente. La señorita Mellow
estaba de rechupete.
Más
tarde, el árabe me explicó. En la cajita de pequeños ladrillos tenía su harem,
porque en los Estados Unidos es ilegal la poligamia. "¡Una
estupidez!" Se encontraba, pues, a cubierto de todo riesgo jurídico y
policial, mediante ese descubrimiento, que estaba al final de la cadena de
carbono cuyo estudio le encomendara el Instituto.
—Están
deshidratadas, conforme a mi procedimiento secreto. Cuando quiero la presencia
de una de ellas, no hago más que combinar la pastilla con H20, que se puede
encontrar en cualquier grifo. Luego, las torno a deshidratar. No sufren. Por lo
contrario, les complace. ¿No es así. Edith?
—¡Oh.
yes!...
Dos
estupefacciones más me guardaba la caja de sorpresas de mi amigo el árabe.
Me
produjo la una cuando me indicó que, luego de cavilar, había llegado a la
conclusión de que era conveniente y humanitario, hacer público su
descubrimiento.
—En
una sociedad tan llena de rutinas y de pequeños intereses, tan ahíta de su
propia técnica, en que ya la gente empieza a desconfiar del valor de las
ciencias y del gozo de la vida, esto va a tener más alcances que la desintegración
del átomo. Bien sé que si pregunto sobre esto a los políticos, a los clérigos,
a los moralistas, van a poner el grito en el cielo. Por eso hice una encuesta
entre poetas y pintores, entre músicos y borrachos. Y todos están de acuerdo en
que es necesario, porque va a producir un desquiciamiento.
La
otra sorpresa fue que un día me mostró, en su despacho, un grueso tomo escrito
de su puño y letra, en caracteres árabes. El título estaba en árabe y en
inglés. En este idioma pude entenderlo. Rezaba "HACIA LA PAZ MUNDIAL POR
LA IMAGINACION". Eran como novecientas páginas.
—Es
una obra escrita para que la entiendan los sociólogos y otras gentes sin Imaginación
—me indicó—. Ya la traducción al inglés está por terminarse, y, en cuanto se
concluya, editaré la obra por mi cuenta.
En
el Universal Technologic Institute había esa mañana de invierno, reunidos
alrededor de setenta estudiosos. Se trataba de la adjudicación de los premios
Novel, establecidos por el millonario K. W. Novel, de Massachusetts, para premiar
las novedades máximas en cualquier rama de la ciencia o del arte.
Ahí
químicos franceses y matemáticos alemanes. Ahí mecánicos y poetas de fama
mundial. Ahí entendidos en boxeo y en fabricación de conflictos
internacionales, ahí pacifistas y toreros. Todas, prácticamente todas las
actividades del hombre, como bien saben mis lectores, se hallan representadas
en las famosas sesiones del Fideicomiso Novel.
Y
los asistentes estaban de acuerdo en conferir a Abn Al Jaschid el premio, el
único premio, por sus mujeres deshidratadas, que tanto consuelo habían traído a
corazones tristes, y tanta paz a muchos hogares celosos.
Sin
embargo, lo encontraban inmoral. No. Francamente. no se podía.
—Pero
sería injusto no otorgárselo.
—Sería
injusto.
De
aquella brillante reunión de eminencias, había de salir una fórmula que conciliara
los intereses de la
ecuanimidad
con los de la ética. Y salió. Se dispuso otorgar a mi amigo el árabe, el Premio
Novel de la Paz, por su libro sobre el poder de la fantasía en las relaciones
internacionales, libro, por cierto, que muy pocos conocían y que los políticos
no habían apreciado en todo su valer.
Conforme
lo requieren las bases del Fideicomiso, el premio debería ser entregado con gran
pompa y ceremonia, en la casa de habitación del favorecido.
Llegó
el día fijado en el acta. Amaneció cayendo una lluvia delgada, punzante y fastidiosa.
Soplaron vientecillos helados. Hacia el mediodía, se descolgaron unos
nubarrones grises, y un robusto huracán empezó a batir puertas. Abn Al Jaschid
fumaba su narguile, cuando el ventarrón le llevó parte del tejado, en el saloncillo
de la biblioteca. No pudo hacer mucho caso al incidente, porque en ese momento
llegaban, mojados a más no poder, los tres ministros del Fideicomiso Novel, con
el pergamino, la medalla y el cheque, precedidos de banda militar y seguidos de
un hormiguero de fotógrafos de prensa.
Lo
que vieron, fue la ruina de mi amigo el árabe.
El
ganador del Premio Novel de la Paz, tenía su casa en la más desastrosa de las
guerras, como' bien registraron las películas cinematográficas y las placas
fijas, y como el lector, sin duda, pudo advertir en el diario que llega a su casa.
Al levantar el viento el trozo de techumbre, la lluvia. ya impetuosa, cayó
sobre la librera en donde estaba el harem deshidratado. Y la guerra no era sólo
entre Zulema y Astrid, Abdara, Edith, Pilar y las demás... Se hubieran tolerado
recíprocamente, de no haberse también mojado aquel trozo de yeso, cuyo número
no registra la historia, y que se hacía llamar Cristina... o Jorge... (47)
Ricardo
Lindo (1947)
El
juicio en Santa Rosa de Lima
El
fiscal había sido duro.
El
acusado, un joven de grandes ojos negros, miraba tristemente a los jurados.
Sabía que el defensor –nombrado de oficio por la Fiscalía- no podía hacer gran
cosa.
Lo
atraparon pasando un cargamento de ropa por la frontera de Honduras, lejos de
la aduana, y los policías lo golpearon tras robarle las mejores prendas.
Los
jurados sólo agacharon afirmativamente la cabeza mientras se relataban los
cargos en su contra. Era, para colmo, un extranjero, un turco como llamaba el
fiscal a los árabes. El, como todos sus congéneres (y el acusador casi se
atrevió a decir como sus descendientes y los hijos de sus descendientes)
traficaba a costas del dinero del estado. Es más, ni siquiera hablaba bien el
español.
Así
estaban las cosas, antes que el abogado defensor interviniera, cuando se
levantó el profesor de escuela, que se encontraba entre los espectadores, e
interrumpió la honorable sesión.
Lo
dejaron hablar, quizás porque el estupor detuvo al Juez, o bien porque era
conocedor del respeto que el profesor gozaba en la comunidad, a pesar de ser
poeta.
Habló
pausadamente al comienzo, y poco a poco su voz fue elevándose y llenándose de
vida.
Recordó
las caravanas árabes recorriendo el ilimitado desierto para llevar, a lomo de
camello, las sedas de Oriente a las cortes de Europa, y esas especias por las
que un día América sería descubierta. El don de China iba en manos de esos
camelleros de ojos oscuros, cubiertos de largas túnicas, a través de los fríos
del Himalaya y los calores del África, desafiando los vendavales de arena y la
crueldad inocente de las fieras.
Porque
eran habitantes de la arena, que no produce nada, se volvieron comerciantes.
Esos eran los antepasados del prisionero, cuyo camión era un falso camión, era
un camello disfrazado de camión.
El
profesor hizo una pausa y continuó.
También
El Salvador era un desierto, un desierto poblado de árboles. Recordó su
juventud, cuando recorría ciudades y caseríos pagando con acrósticos un
almuerzo o un techo ocasional. No de otro pagaba Al-Mutanabi, con sus versos, la hospitalidad de jeques y sultanes
en las cortes de Las Mil y una Noches. Sí, también en él, humilde profesor de
escuela, había un grano de Al-Mutanabi,
el inmortal poeta árabe.
Luego
se refirió a los papiros, que crecen en nuestro suelo como a las orillas del
Nilo, y a las garzas de los manglares, que se antojaban ibis rosados de Egipto.
Las olas que bañaban sus pies en el Puerto de La Unión eran ciertamente las
mismas que vieron pasar la embarcación de Simbad
el marino.
Volvió
aún al acusado. Hijo de un pueblo de errantes, había transgredido una frontera,
pero las fronteras, a fin de cuentas, eran el resultado del egoísmo de los
hombres, y la tierra era una sola, y para todos había sido creada.
Cuando
el profesor concluyó su discurso, los asistentes creyeron haber sido
depositados en el suelo por una alfombra mágica.
Todos
se alejaron silenciosos, y el juicio ya no tuvo lugar. El acusado salió libre,
porque lo contrario hubiera sido destruir el hechizo, romper una copa de Naishapur, despetalar los rosales de
Persia, hundir el barco de Simbad (48).
Ricardo Castrorrivas (1938)
Teoría para salvar espejos
En
el único espejo que había en Ab Ramán, ciudad del reino de Ibn
Al Khartaar, Abud Al-Rashid, El irascible (Sultán, Gran Visir, Enviado
de Alá,
Consejero privado de todos los sultanatos de la región, amo y señor de los
bazares del reino, dueño de los mejores rebaños de camellos y El
Más-Fiel-Intérprete-del-Corán), vio reflejada su imagen.
Esta, sonreía serenamente, ausente de problemas. Intrigado Abud Al-Rashid preguntó a
la imagen:
-¿Por
qué sonríes?
-Soy
feliz -dijo la imagen-
Iracundo,
Al
Rashid lanzó un jarrón contra el espejo. La imagen, trizada, cayó al
suelo como hielo quebrado. Momentos después, el sultán exhala el último
aliento. A los cortesanos extrañó grandemente la plácida sonrisa que Al-Rashid
tenía en sus labios (49).
César
Ramírez Alvarenga (1955)
El Coleccionista de
Sonidos
Ya
tenía los más diversos sonidos del mundo: el vuelo del abejorro en celo, el
estampido del mar contra los farallones de la montaña, las turbinas de un jumbo
jet, el crujido de una ruptura dimensional, la comunicación del llamado de
auxilio del Challenger, los susurros amorosos de una Yeti, los desplazamientos
armónicos de una araña en su tela, las vibraciones mentales de los iniciados al
proyectarse a distancia, los ritmos barrocos de las estrellas en sus momentos
de fragmentación, el destello de los quásares al atravesar un agujero negro, la
detonación acompasada de un Corazón al hacer el amor, el llamado de auxilio de
un planeta a punto de ser invadido por esclavistas estelares.
Con
especial cuidado había guardado una serie de sonidos históricos como el sermón
de la montaña, las alabanzas de Mahoma al
borrar dos versículos del Corán, la
revelación de placer de John Smith por las planchas de oro, la despedida de
Quetzalcóatl al retornar al reino de Tule y las débiles palabras de Jesucristo
al desfallecer el Viernes Santo.
Pero
había unos que jamás habían sido grabados o filmados en su secuencia sonora…
eran las trompetas del apocalipsis, entonces sintonizó sus computadoras y ubicó
la referencia espacial, dimensional y temporal.
Terminó
de grabarlo, lo reprodujo en su álbum de sonidos y salió a mostrarlo, fue
entonces cuando en la calle escuchó de nuevo el agudo sonido (50).
Federico
Hernández Aguilar (1974)
¿Quién anda ahí? (cuento)
¿Quién anda ahí?
Somos
cuentos contando cuentos…
Fernando
Pessoa
El
poeta sufí de Córdoba, Al Mutamar-Ibn al Farsi, vivo entre
1118 y 1196, piensa que los grandes emisarios tocan a la puerta con dos
nudillos, precisamente cuando la puerta gime cerrada al fondo de algún pasillo
obscuro, tan iluso y atravesado de prejuicios como un tren de pasajeros. Mas
cuando llegan, los emisarios saben deletrearnos el asombro con una familiaridad
preciosa —algo que se
aprende tras muchas horas frente a relojes antiguos—, y saben guiar el cardumen de los
instantes a la vera de un camino silencioso. Cuando llegan, pues, los
emisarios, nos devora el tiempo sin fruición,
cómplice del bronce y los destierros. Humo
convenido puebla voz, garganta, boca de los emisarios. Les apesta el aliento a
relicario y a falta de inocencia cada uña. No lo dicen, pero les disgusta el
hombre que los ha visto venir, porque es árida la espalda del que sabe, y a su
paso, como cangrejos, todos van dejando anillos fugitivos en la arena.
Y
si nadie los conoce, ¡cómo se relamen de gusto los emisarios! Mienten, entonces,
por costumbre. Y dejan que los hombres se mueran de repugnancia, de su propia
certeza de morirse.
Así
de indescifrantes son los emisarios, que no los detiene ni el olor a bautizo de
las horas, ni el crepitar fecundo de la remolacha al ser mojada, ni las torpes
hazañas del veneno. Nada es más denso que su inminente sed y nada menos ágil
que su absoluta lengua.
Una
vez, hace ya muchos años, un filósofo quiso esperar la visita de los emisarios
en compañía de una mujer, prendido en fiebres y al asedio lechoso de un acto
consumado. El resultado fue, por cierto, extravagante, y lo menos curioso fue
el apetito involuntario de los rudos visitantes.
Tampoco
el Marajá de Iliamina, que se contaba entre los sabios del mundo, pudo evitar
que por el tragaluz de su impericia entraran los emisarios, que utilizaron la
parcial ramificación de sus venas para doblegarle. De aquel acontecimiento gris
da cuenta el honroso testimonio de una palmera, eternizada desde entonces por
los poetas ciegos de Iliamina.
Y
hubo quien buscó refugio, desde luego, en los olivos, en las acacias, en las
cuatro miradas de la luna, en alguna profecía retadora… Todo inútil. Los emisarios han viajado por los
nueve continentes del asma y han hallado su camino entre salivas, corchos, sábanas, cortinas, músicas hirvientes y ufanas lluvias,
princesas musulmanas y frisos de epopeyas inmortales. Nadie los ha visto, pero
todos han visto sus huellas digitales en el cielo —ese infame pedazo de cartón que se arruga ante el grave, alevoso
paso de una nube ensimismada—.
Nadie
los ha visto, pero los emisarios han ganado. Han vencido a los escépticos y han
acallado sus reclamos, sus torpes reclamos prostituidos de vida conocida.
Ellos,
los emisarios, son implacables; los hombres, aplacables. En una balanza, por
supuesto, el equilibrio está condenado al fracaso. Un par de nudillos y es todo (51).
*Ensayista
salvadoreño, editor de la Revista Biblioteca Islámica y Director del Área de
Cultura de la Asociación Cultural Islámica Shiita de El Salvador.
-La
ilustración que pone rostro a este trabajo es de la diseñadora gráfica salvadoreña
Karen Lara, a quien agradezco por su
colaboración.
1. Gabriel Zaid, Cronología del Progreso, México D.F, México, Penguin Random House Grupo Editorial, primera edición, 2016, páginas 63 y 64.
2. Juan Vernet, Literatura árabe, Barcelona, España, Editorial Labor S.A, segunda edición 1968, página 215.
3. María Rosa Menocal, cita encontrada en la obra La Civilización del Islam, de Ricardo H.S. Elía, Qom, Irán, editorial Elhame Shargh, primera edición, 2005, página 149.
4. Francisco Espinosa, Literatura Universal y Etimologías (San Salvador, Editorial Ahora, quinta edición 1967) página 5.
5. Francisco Espinosa, Literatura Universal y Etimologías, página 6.
6. Ver entrevista con Alberto Montaner Frutos en la Revista Biblioteca Islámica, número 1, enero/marzo 2007, edición impresa, página 20, Asociación Cultural Islámica Shiita de El Salvador, con el auspicio de Friends of Islam de Qom, San Salvador, El Salvador C.A.
7. Pedro Geoffroy Rivas, La lengua salvadoreña/El español que hablamos en El Salvador, San Salvador, El Salvador, Dirección de Publicaciones e Impresos, segunda edición, 1999, página 10.
8. Sabih Sadiq, LA INFLUENCIA DE LA POESÍA ÁRABE EN LA POESÍA ESPAÑOLA DEL SIGLO XIX, encontrado en: http://cvc.cervantes.es/literatura/letras_xix/articulo16.htm (último acceso, 16 de junio de 2017)
9. Pedro Geoffroy Rivas, La mágica raíz, antología de ensayos, San Salvador, El Salvador, Dirección de Publicaciones e Impresos, reimpresión, 2004, página 61.
10. Ricardo H.S. Elía, Qom, Irán, editorial Elhame Shargh, primera edición, 2005 La Civilización del Islam, página 351.
11. Pedro A. Escalante Arce y Abraham R. Daura Molina, Sobre Moros y Cristianos, y otros arabismos en El Salvador, San Salvador, El Salvador, Embajada de España en El Salvador y Agencia de Cooperación Española, primera edición, 2001, páginas 27 y 28.
12. Ensayo de investigación publicado en la investigación de Antonio García Espada titulada Religiosidad Popular Salvadoreña, San Salvador, El Salvador, Secretaría de Cultura de la Presidencia, primera edición, 2014, páginas 118 a 123.
13. Pedro A. Escalante Arce y Abraham R. Daura Molina, Sobre Moros y Cristianos, y otros arabismos en El Salvador, páginas 28 y 29.
14. Arturo Ambrogi, Crónicas Marchitas, San Salvador, El Salvador, Ministerio de Educación, Dirección General de Publicaciones, segunda edición 1962, páginas 9 a 27.
15. José María Peralta Lagos, Brochazos, (San Salvador, UCA editores, quinta edición 1990) página 103. Aquí me tomo la libertad de transcribir un pequeño fragmento del cuento: « ¿Qué parientes? -pregunte a mi vez-. donde viven ? -En Granada, hijo! De Granada vino el abuelo de papá. ¿Verdad papá? -Sí -respondió mi tío, acariciándose las crines del mentón-. Mi madre contaba que mi abuelo era natural de la Alpurraja o. . . Alpujarra, y que vino aquí de secretario o de no sé qué, de un Oidor o Visitador. . . No estoy muy seguro. . . Lo que no cabe duda es que tenía sangre mora. . . Era moreno, alto, de tipo árabe, con una barba así. . . -Y al decir esto ponía una mano extendida a la altura del ombligo, mientras su espíritu vagaba por las riscosas laderas de Sierra Nevada».
16. Luis Gallegos Valdés, Panorama de la literatura salvadoreña, del periodo precolombino a 1980, San Salvador, El Salvador, UCA Editores, Colección Gavidia, serie mayor, volumen 1, cuarta edición 1996, página 141.
17. José Mata Gavidia, Francisco Gavidia, artífice de nuestra nacionalidad (San Salvador, Dirección General de Publicaciones, primera edición 1965) página 51.
18. Francisco Gavidia, conferencia titulada Importancia de la Facultad de Humanidades, publicada por la Revista Cultura, N°5, San Salvador, El Salvador, Departamento Editorial del Ministerio de Cultura, 1955, página 62, disponible en: www.redicces.org.sv/jspui/bitstream/10972/459/1/Revista%20Cultura%205.pdf (último acceso: 2 de abril de 2017)
19. Miguel Ángel Espino, Mitología de Cuscatlán/Como cantan allá, San Salvador, El Salvador, Consejo Nacional para la Cultura y el Arte, primera edición, 1996, página 25. También es interesante leer las palabras en torno a esto que el también escritor y académico salvadoreño Luis Alvarenga escribió en su texto La obra narrativa de Miguel Ángel Espino, publicado en la revista Cultura, número 86, enero/abril 2002, San Salvador, El Salvador, página 175, de la cual reproducimos un fragmento: « Tan erróneos son esos planteamientos, que Espino llega a decir que la España de los conquistadores dejó malas obras en América por la mora. Olvida Espino que los ocho siglos de presencia árabe en la Península tuvieron épocas de esplendor cultural, filosófico y científico ». Texto al cual se puede acceder en: http://www.uca.edu.sv/filosofia/admin/files/1276536783.pdf (último acceso: 4 de abril de 2017)
20. Salarrué, Obras Escogidas, tomo primero (San Salvador, Editorial Universitaria de El Salvador, primera edición, 1969) página LXVII del prólogo escrito por Hugo Lindo.
21. Carlos Velis, Hitos en la cuentística salvadoreña del siglo XX, encontrado en: http://www.contracultura.com.sv/hitos-en-la-cuentistica-salvadorena-del-siglo-xx (último acceso: 20 de julio de 2017)
22. Del ár. hisp. aláya, y este del ár. clás. al'āyah. f. Versículo del Corán. Esto según el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua en su versión en Internet, http://dle.rae.es/?id=1jII2jN (último acceso: 20 de julio de 2017)
23. Entrevista con Mauricio Orellana Suárez, en: http://www.redislam.net/2017/02/mauricio-orellana-suarez-la-literatura.html (último acceso: 10 de junio de 2017)
24. De acuerdo a la obra del sabio musulmán iraní Kamal Faghih Imani, las huríes (del plural عِينٌۭ وَحُورٌ ) son el prototipo de belleza femenina del Paraíso musulmán, sus grandes ojos y cejas negras son los aspectos más impresionantes de su belleza. Ver la obra An enlightening Commentary into The Holy Qur’an, vol. 17 (Isfahán, Irán, Imam Ali Islamic Research Center 1998) página 572.
25. Castellanización de la palabra árabe Al.lah ( en árabe ٱللَّهِ), que es la utilizada para referirse a Dios en las escrituras sagradas del Islam.
26. Mahoma es la palabra que en español es usada para hacer referencia al Profeta del Islam, de hecho la entrada Mahometano en el diccionario de la Real Academia Española señala (http://dle.rae.es/?id=NvdYj8g) el origen de la palabra Mahoma como derivado de Mahomet. Ahora en el contexto de la práctica islámica muchos musulmanes prefieren usar el nombre propio del profeta que es Muhammad ( en árabe مُحَمَّدٍۢ).
27. Del latín Maurus, servía para designar a las personas de piel oscura que procedían del norte de África, con el paso del tiempo se hizo uso de esta palabra para designar a los practicantes del Islam en la Península Ibérica.
28. Poeta persa nacido en 1048, cuyo nombre completo fue: Ghiyath al-Din Abu l-Fath Omar ibn Ibrahim Jayyam Nishapurí, es uno de los poetas más universales de Irán, de su obra se han hecho traducciones a varios idiomas occidentales entre ellos el español, el argentino Jorge Luis Borges de hecho fue uno de sus más entusiastas traductores.
29. Quinto califa de la dinastía árabe de los Abasíes, su nombre se inmortalizó a raíz de su protagonismo en algunos cuentos de Las mil y una noches.
30. Libro sagrado del Islam por excelencia, considerado como el más grande milagro del profeta Muhammad como prueba de la misión encomendada a él por Al.lah, se atribuye su revelación a este a través del Arcángel Gabriel.
31. Filósofo, médico y científico musulmán nacido en Córdoba, son famosos sus comentarios sobre la obra aristotélica y su flamante defensa del uso de la filosofía en la religión. Fue tal su legado que hubo en Europa varios seguidores del «averroísmo», cuya sede principal fue Padua. Su nombre completo fue: Abū l-Walīd Muḥammad ibn ʾAḥmad ibn Muḥammad ibn Rušd.
32. Román Mayorga Rivas, Guirnalda Salvadoreña,Tomo I, (San Salvador, El Salvador, Dirección de Publicaciones del Ministerio de Educación, segunda edición 1977) página 124.
33. Román Mayorga Rivas, Guirnalda Salvadoreña, Tomo I, página 355.
34. Román Mayorga Rivas, Guirnalda Salvadoreña, Tomo I, páginas 392 y 393.
35. Román Mayorga Rivas, Guirnalda Salvadoreña, Tomo II, página 89.
36. Román Mayorga Rivas, Guirnalda Salvadoreña, Tomo II, página 149.
37. Román Mayorga Rivas, Guirnalda Salvadoreña, Tomo II, página 397.
38. Francisco Gavidia, Obras completas I, recopiladas por José Mata Gavidia, (San Salvador, El Salvador, Ministerio de Educación, Dirección de Publicaciones, primera edición 1974) página 570.
39. Alberto Masferrer, El rosal deshojado, (San Salvador, Ministerio de Educación, Dirección de Cultural, tercera edición 1973) páginas 27 y 28.
40. Roberto Armijo, Poemas Europeos, (San José, Costa Rica, Editorial Centroamericana, primera edición, 1997) páginas 15 y 16.
41. Roberto Armijo, Poemas Europeos, página 52.
42. José Roberto Cea, Taller de Letras, boletín de los docentes y estudiantes de la UCA, 14 de julio de 1982, página 2. Disponible en: http://www.uca.edu.sv/taller-letras/archivos/1348086582.pdf (último acceso: 24 de julio de 2017)
43. Julio Iraheta Santos, Un zapatazo, poema encontrado en: https://www.aporrea.org/actualidad/a69242.html (último acceso: 20 de julio de 2017)
44. Rolando Costa, Helechos y otros poemas, (San Salvador, Ediciones el venado blanco, primera edición, 2009) página 86.
45. David Escobar Galindo, Devocionario, (San Salvador, Dirección de Publicaciones e Impresos, 1995) página 33.
46. Mustafa Al-Salvadori, Mil amores y una eterna soledad, (San Salvador, Editorial Fátima Az-Zahra, primera edición 2014) página 39.
47. Hugo Lindo, Espejos Paralelos (San Salvador, Ministerio de Educación, Dirección de Publicaciones, 1978) páginas 19 a 27.
48. Ricardo Lindo, LO QUE DICE EL RIO LEMPA, (Santa Tecla, Editorial Clásicos Roxsil, primera edición 1990) página 76.
49. Ricardo Castrorrivas, Teoría para lograr la inmortalidad y otras teorías, (San Salvador, Colección Trigueros de León, Dirección de Publicaciones e Impresos, segunda edición 2012) página 21 y 22.
50. César Ramírez, El Coleccionista de sonidos (San Salvador, primera edición 2016) página 15.
51. Federico Hernández Aguilar, Síndrome de Pulso, (Managua, Esquipulas Zona Editorial, primera edición 2012) páginas 52 y 53.
1
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