Los fundamentos de la tolerancia en el Corán por Nasr Hamid Abu Ziad*
lunes, noviembre 09, 2015
Una de las enseñanzas básicas y fundamentales del islam es que todos los seres humanos han sido creados por un único Dios. Es más, están vinculados a un sólo espíritu, del que Dios, primero, creó a la compañera «y de ambos ha diseminado un gran número de hombres y mujeres» (Corán, 4:1).
La humanidad es así «creada de un varón y de una hembra, hemos hecho de vosotros pueblos y tribus, para que os conozcáis unos a otros» (Corán, 49:13). Aquí nos damos cuenta de que a partir de la unidad del origen se ha desarrollado la multiplicidad de naciones y tribus, multiplicidad que establece diferencias. Pero la diversidad no significa la creación de conflictos, la existencia de animadversión o motivos para la guerra; significa más bien intentar conocerse unos a otros. Ser diferente en color o lengua, ser diferente ética o culturalmente es una señal divina, una señal tan significativa como la creación de los cielos y la tierra (Corán, 30:22). Éste recalca, asimismo, el hecho de que incluso dentro de la misma comunidad existen diferencias, para bien o para mal. En más de 30 pasajes se menciona que Dios juzgará esas diferencias en la otra vida. Sin esas diferencias en el mundo actual, la vida en la tierra sería insostenible; tampoco se protegerían los lugares de culto de todas las religiones (Corán, 2:251 y 22:40). Todos esos aspectos de la existencia humana se mantienen en el Corán señalando la igualdad de todos los humanos sea cual sea su raza, color, lengua o cultura. Esta igualdad se basa en el honor y la preferencia que Dios confiere a los seres humanos: «Los hemos preferido marcadamente a muchas otras criaturas» (Corán, 17:70).
El islam, según el Corán, no es una religión nueva; es básicamente la misma religión revelada previamente a Abraham, Isaac, Jacob y Moisés y Jesús. Se menciona en repetidas ocasiones que Dios «envió a Noé y a Abraham y confió a su descendencia la profecía y la revelación». Después de Moisés, Dios decidió enviar a Jesús. El Corán continúa: Tras ellos, mandamos a nuestros otros enviados, así como a Jesús, hijo de María, a quien dimos el Evangelio. Pusimos en los corazones de quienes le siguieron compasión y misericordia [...]. ¡Creyentes! ¡Temed a Dios y creed en su Enviado! Os dará, así, participación doble en Su misericordia, os pondrá una luz que ilumine vuestra marcha y os perdonará. (Corán, 57:26-29).
Fue entonces cuando la corrupción de la fe y la creencia engendrada por los impíos hicieron necesaria una nueva revelación. En cuanto a la fe y al credo se refiere, hay solamente una religión, es decir, el islam, lo que significa la absoluta sumisión a Dios. Se menciona también que a Mahoma y a los musulmanes se les dio la misma religión que fue dada a Noé y de la que disfrutaron Abraham,Moisés y Jesús. Y que el núcleo de esta religión es el culto a un Dios único a quien no debe asociarse nadie que no sea Él, tal y como aparece en el Corán, 42:13 y 3:64, respectivamente.
En este sentido, todos los profetas representan el islam en diferentes formas y lenguajes (Corán, 2:133). Ellos, por otro lado, representan diferentes leyes, la shari‘a. Existen, por lo tanto, tres leyes al menos, y cada persona sigue su propia ley (Corán, 5:84). Estableciéndose como una continuación de un mensaje de la época de Noé, probablemente de Adán, el Corán suministró las bases para que más tarde se desarrollara el pensamiento islámico. Primero, se desarrolló la teoría de la abrogación, es decir, la posibilidad de cambiar la ley dentro del paradigma de la misma revelación según su orden cronológico. Esto se desarrolló más tarde en el campo de la jurisprudencia islámica, fiqh, para afirmar que la shari‘a islámica revelada a Mahoma ha derogado todas las leyes anteriores reveladas. Pero la abrogación nunca se aplica al credo mismo.
*Profesor emérito de islam y humanismo en la Universidad de Humanidades de Utrecht. Falleció en 2010
Fuente: La Islamofobia a debate, Gema Martín Muñoz y Ramón Grosfoguel, Casa Árabe-IEAM, Madrid, España, 2012. Página 22.
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