Apuntes sobre motivos árabe-islámicos en las letras hispanoamericanas por Rafael Guevara Bazán

domingo, julio 29, 2012

A la memoria de mi padre
Definitivamente
duerme un sueño tranquilo y verdadero
(A. Machado)


El vasto y colorido mundo de la urubah (arabidad) y de la ummah (comunidad musulmana), con su paisaje exótico, sus peculiares formas de vida y su honda espiritualidad, ejercieron siempre encanto y seducción sobre escritores hispanoamericanos de desigual calidad. Parece, y es realidad, que lo árabe fuera en nuestras letras como una llamada que nos convoca con su voz de siglos.
A esto, nosotros, hijos de España y, por ende, nietos de árabes, hemos sabido responder en diversas y variadas formas, ora en la poesía, ora en la narración, ora en el ensayo.

El mundo árabe-islámico en las letras hispanoamericanas es un mundo poetizado. Participa, por eso, de los defectos de toda idealización. En poesía, sobre todo, los colores se han cargado. Se peca de arabofilia o de islamofilia.
Esta es, repito, la imagen de los árabes y del Islam que encontramos en la poesía hispanoamericana. En el ensayo, sin embargo, pecamos del defecto contrario: al ideal poético, de tono positivo, en el cual lo árabe o lo musulmán se nos presenta como espejo de virtudes, oponemos la figura contraria: el árabe o el musulmán como prototipo de hombre sanguinario, cruel, fanático. En suma: pozo insondable de estigmas y defectos morales. La primera imagen (que, usando un término psicológico, podríamos denominar catatímica porque en ella predomina la influencia afectiva), es tan falsa como la segunda. En aquella, el error es cordial. Una de sus expresiones es sentirnos orgullosos de nuestro ancestro árabe o, por mejor decir con Chocano, de nuestro " a b o l e n g o  m o r o " .

La segunda de estas imágenes es igualmente falsa. Pero tiene valor opuesto a la primera: desemboca en verdadera arabofobia o islamofobia.

Es tema que aparece repetidamente en el ensayo o en la narrativa hispanoamericana, por ejemplo, en La gloria de don Ramiro del argentino Enrique Larreta, donde se hace una hermosa aunque no siempre exacta evocación de los moriscos durante Felipe II.
Esta segunda imagen, llena de sombras, se proyecta sobre la cultura hispanoamericana. Su permanencia reviste verdadera gravedad pues se sustenta en viejos prejuicios religiosos y sectarios, valladar de ignominia que ha impedido, a través de más de diez siglos, el diálogo sereno y fructuoso entre las sociedades de tipo cristiano y las sociedades de tipo muslímico.
A estudiar los orígenes literarios de ambas actitudes de Hispanoamérica frente al mundo árabe-islámico, quiero contribuir con estas desperdigadas notas.
Para ello en este primer artículo señalaré algunos motivos árabe-islámicos que han inspirado determinadas páginas de las letras en esta parte del continente americano.
De don Ricardo Palma ha dicho Eugenio D'Ors en una de sus glosas madrileñas que su obra "no ofrece, a despecho de una superficial apariencia, ningún sentido de nacionalismo cerrado. Es, al contrario, abierta, tolerante, unificadora. Tanto peruana, española y hasta francesa en ciertos matices"(1). La observación es exacta, pero quizá convendría complementarla. Las Tradiciones tienen perennidad por desbordar las estrecheces del nacionalismo. Palma es, dicho sumariamente, universal; con el mismo derecho que otros representantes de la hispanidad, llámense Cervantes, Calderón, Garcilasso El Inca o César Vallejo. Su ecumenicidad nace precisamente de su hispanidad que no renuncia a su peruanidad sino que se afirma en ella. E hispanidad, cela va saris diré, es universalidad. Palma, desde este punto de vista, semeja un lago inmenso al que confluyen los más diversos ríos de las letras humanas. Sin duda, hay un río de procedencia islámica, una especie de aquellos wadi que se ocultan en el subsuelo del desierto. Las no muy abundantes aguas de esta corriente han contribuido en algo al aumento del caudal de este lago.
El asunto de vincular a Palma con el Islam y con la cultura árabe podrá parecer peregrino a primera vista. Pero no lo será si consideramos atentamente la época en que vivió el tradicionista peruano, y la boga con que en su tiempo se trataron asuntos orientales, capitalmente aquellos vinculados a temas árabe-islámicos.
Por el momento bastará señalar que Palma, en el esbozo biográfico de Zorrilla, dice con tono evocativo:

Pisaba yo aún los claustros del Colegio, allá por los años de 1848 a 1850,
cuando los versos de Espronceda, Arólas y Zorrilla, entre los españoles; Lamartine,
Mussct y Víctor Hugo, entre los franceses, eran manjar delicioso para la juventud
Latinoamericana( 2).

Palma, pues, se había alimentado en los pechos del romanticismo europeo. No es extraño, por ende, que sintiera el Oriente a la manera de los ya citados escritores.
En la edición de Las tradiciones peruanas completas, publicada por la Editorial Aguilar de Madrid, figura entre las "fuentes y documentos de información de que se sirvió" Palma, una edición de Las mil y una noches, sin indicación de lugar ni fecha de impresión (3).

Ahora bien. Con tal noticia no debe haber vacilación al afirmar que el tradicionista utilizó este tesoro insigne como una de sus muchas fuentes de inspiración. ¿Qué edición de Las mil y una noches manejó preferentemente Palma? Para dar una respuesta, es necesario hablar de las traducciones de Las mil y una noches a lenguas europeas, publicadas entre los años 1833-1919, límites cronológicos dentro de los cuales se desarrolló la vida de esta figura eminente de las letras hispanoamericanas.
Esta serie de traducciones comienza con la de Galland, Contes árabes a"un auteur inconnu (Caen, 1704). Tal versión sirve de base a una verdadera cadena de retraducciones al alemán, italiano, holandés, danés, flamenco, etc., aparecidas en todo lo que resta del siglo xviii. Posteriormente en 1800, 1824, 1825, 1838, 1839-41, 1837-
41 y 1882-84, aparecen traducciones directas del original árabe al inglés, danés, alemán, etc.( 4). En 1841, firmada por Bergnes, aparece en Barcelona una deplorable versión al español, basada en la edición de Weil. En 1846, sale a luz una retraducción de la de Galland. Esto es todo. Palma conocía el inglés y el francés. No consta que supiera leer alemán. Quedan, por tanto, descartadas las traducciones alemanas de Habicht o de Wcil, la danesa de Rasmussen y aquellas realizadas en lenguas de menor difusión, v. gr. el flamenco.

Por su fidelidad y erudición, las traducciones inglesas de Lañe y Burton (5) alcanzaron, sin duda, en Europa tanto como en América, el favor de los lectores de mayor calidad. Las curiosísimas notas de arqueología, antropología, folclor, etc. que contienen ambas serían capaces de despertar el interés de Palma, hombre ávido de noticias raras y peregrinas. No sería extraño que Palma se hubiese inclinado a leer Las mil y una noches en el seco y elegante inglés de Lañe o en la colorida y literalísima edición de Burton, en vez de acudir a la estragada retraducción de Bergnes, que en verdad ningún interés ofrecía, o a las deplorables ediciones que, como hijas de Galland, habían inundado el mercado librero de lengua francesa. Quedan, pues, Lañe y Burton como nombres probablemente familiares a Palma a través de sus traducciones de los famosos cuentos orientales. Dicho esto, cabe formularse otra interrogación: ¿en qué páginas de Palma es posible descubrir las huellas de Las mil y una noches?
La respuesta no parece fácil, pero la intentaremos. He hallado en Palma una tradición, Haz bien y no mires a quién, cuya acción ocurre en 1737. Ofrece innegable semejanza con la Historia del scheij hospitalario que figura en la noche 948 de la bella edición de Cansinos Assens (6). En ambas narraciones, esto es en Palma y en Las mil y una noches, el hijo de un asesinado ofrece asilo al matador de su padre, pero al saber la verdadera identidad de su huésped, lo perdona.
Podría, así, adelantarse la hipótesis de una influencia directa de Las mil y una noches, sobre esta tradición.

Para nuestro propósito es interesante, asimismo, tratar de descubrir cuáles eran las ideas de Palma respecto al Islam, asunto sobre el que nunca se ha escrito y que merece alguna atención. La imagen del Oriente, en general, y del Oriente islámico en particular, estaba falseada por culpa del pseudo-orientalismo de los románticos. Lamartine, Arólas, Zorrilla, Hugo, Chateaubriand, habían contribuido a ello.
Por eso Palma, que había saciado su sed en las aguas de esta corriente, tiene una imagen falsificada del Islam. Cree, por ejemplo, que necesariamente todo musulmán debe de ser árabe o turco. En la tradición El príncipe del Líbano (7), refiriéndose al protagonista dice: "Era un turco de casi seis pies de altura, robusto y gallardo mozo, y que a pesar de su nacionalidad, no profesaba la Ley de Mahoma sino la de Cristo". Pero sobrepone esta común confusión entre musulmán y turco o árabe, tan extendida en Occidente y principalmente en Hispanoamérica; y al poco rato, olvidándose de lo que dijo, afirma, con evidente contradicción, aludiendo al mismo personaje: "acordándose que era musulmán..." (7)bis.

Sedujo, sin duda, a Palma el esplendor de al-Andalus que le fue mostrado, según él mismo lo dice(8), a través "del precioso libro de Washington Irving" o del "inmortal poema de Zorrilla".
El luminoso nombre de la Granada nasrí avivaría los sueños poéticos de Palma. La Alhambra y el Generalife ejercieron sobre él la atracción de su encanto y de su leyenda. Por eso es por lo que, en 1892, cuando Palma tiene ocasión de visitar la capital del último reino moro, dedica a ella y a sus monumentos frases que revelan verdadera ternura. Palma llegó a la ciudad de Abü 'Abd Alláh Muhammad XI
(Boabdil) durante la noche. Su primer impulso fue visitar la Alhambra, cuya sugestión "se impone al espíritu del viajero con tal fuerza, que no deja campo para otros anhelos" (9). Al hablar de esa incomparable joya de la arquitectura islámica, intenta describirla, pero desiste porque, a su entender, después de Washington Irving, "esto sería una profanación", amén que no encontraría en su pluma suficiente poesía y vigor para hablar del Patio de los Arrayanes con sus columnas de mármol, sus ajimeces y alhamíes; ni de su majestuoso Salón de Embajadores; ni de la bóveda estalactítica de la Sala de las Dos Hermanas; ni del caprichoso Salón de los Abencerrajes, en que la imaginación nos hace descubrir huellas de sangre; ni del alicatado Mirador de Lindajara; ni de tanto y tanto sorprendente detalle(10).

Y continúa el tradicionista peruano:

“Lo que en la Alhambra cautiva más al viajero es el Patio de los Leones con sus glorietas afiligranadas, sus arcos festonados, sus estucos, molduras, arabescos y calados, sus mosaicos y azulejos, y, sobre todo, su cuadrado templete y su fantástica fuente sostenida por doce leones que, allá en los días del esplendor morisco, debieron arrojar de sus fauces raudales de agua. En la Alhambra no discurre el espíritu; no hace más que extasiarse. La Alhambra se impone a la admiración entusiasta del viajero como se impone todo lo que, a más de ser bello, solemne y grandioso, está poetizado por la Historia "(11).

Y al finalizar este breve cuadro, anota: "Granada es una ciudad que tiene mucho de la calma de un cementerio... Apenas si se siente en ella ruido... Es una ciudad que sufre lenta y ya muy larga agonía".

Es necesario hacer notar que esta última reflexión, llena de poesía, resulta muy aguda para un observador que acababa de enfrentarse a la triste realidad de esta urbe que, en verdad, parece agonizar desde que el Islam arriara sus banderas. La misma impresión han sentido no sólo los viajeros comunes sino ilustres orientalistas.
Pero no solamente el encanto nasrí atraía a Palma. También la magnificencia sobrecogedora de la Córdoba califal inspiró hermosas páginas al escritor peruano.
En la mezquita soberbia, "monumento en que las civilizaciones cristiana y morisca parecen competir, sin gran ventaja para la primera"(12), el espíritu de Palma estuvo "abrumado por la admiración de tanta y tanta maravilla", que no se atreve a describir: "ni aunque me lo propusiera atinaría". Visitó la capilla de Las Animas. Allí se une la historia del Islam al pasado de España y las glorias de América. Allí está sepultado Garcilasso el Inca.

Este lugar inspiró a don Ricardo otra profunda observación: "Dígase lo que se quiera, esa catedral no es catedral. En ella el alma se remonta más a Mahoma que a Cristo". Tal pensamiento no es un paralogismo. Al contrario, es exactísimo en todas sus partes y ha sido ratificado por eminentes musulmanes que han visitado esta esplendente obra de la arquitectura islámica v. gr. los reyes, ya fallecidos, 'Abd Alláh b.al-Husayn de Jordania y Muhammad V de Marruecos.

Muchos son, pues, los testimonios de admiración de Palma hacia el oriente musulmán, cuya historia alguna vez vinculó directamente con un episodio americano en una de sus más hermosas tradiciones (13). Aparte de esto, en Palma encontramos algunas pequeñas noticias que pueden servir para explorar el virgen campo de la inmigración de musulmanes a América en los primeros años de la colonización española, tema sobre el cual algo he escrito y pienso continuar escribiendo (14). Tal es, por ejemplo, la curiosa noticia que nos trae al referirnos cómo "Todos los años, el tercer domingo de cuaresma, acostumbraba la Inquisición celebrar, en la iglesia de Santo Domingo [de Lima] la promulgación del Edicto de las Delaciones"(15). Se trata de un documento peregrino. Reproducimos solamente el texto que tiene relación con el Islam:

“Nos, los Inquisidores contra la herética pravedad y apostasía en los reinos del Perú, a todos los vecinos y moradores de la ciudad de los Reyes, de cualquier estado, condición, preeminencia y dignidad que sean, salud en Cristo. Os mandamos a todos y a cada uno que nos denunciéis si sabéis o habéis oído decir que algunas personas hayan afirmado que la secta de Mahoma es buena, y que no hay otra para entrar en el Paraíso. — O que Jesús no es Dios sino profeta. — O que no nació de Nuestra Señora, siendo virgen antes del parto, en el parto y después del parto. — O que hayan hecho algunos ritos y ceremonias mahometanas, como si hubiesen guardado los viernes por fiesta, comiendo carne en ellos o en otros días prohibidos por la Iglesia, diciendo que no es pecado, y vistiendo camisas limpias y ropas de fiesta. — O que hayan degollado ave o res atravesando el cuchillo y mirando hacia el Oriente. — O que no coman ave degollada por mano de mujer. — O que hayan dicho que Mahoma es el profeta de Dios. — O que hayan dicho alayminzula, que quiere decir "por todos los juramentos". — O que hayan ayunado el ayuno llamado del ramadan, guardando su pascua, dando en ella limosna a los pobres, no comiendo ni bebiendo hasta salida la estrella. — O que hayan hecho el zahori, levantándose a comer antes que amanezca, lavándose después la boca y tornándose a acostar. — O que hayan hecho el huadoc, lavándose los brazos, de las manos a los codos. — O que hayan hecho el zalá, rezando oraciones de moros. — O que no coman tocino ni beban vino. — O que hayan guardado la pascua del carnero. — O que hayan cantado cantares de moros y hecho zambras. — O que hayan guardado alguno de los cinco mandamientos, lo que en arábigo se llama fianza. — O que hayan lavado a los difuntos, amortajándolos con lienzo nuevo, enterrándolos en tierra virgen, acostándolos de lado con una piedra en la cabecera, y poniendo en las sepulturas ramos verdes,  miel, leche y otros manjares. — O que hayan invocado a Mahoma en sus necesidades, diciendo que el templo de Dios está en La Meca. — O que hayan dicho que buen siglo hayan sus abuelos que murieron moros o judíos. — O que el moro se salva en su secta y el judío en su ley. — O si alguno se ha pasado a tierra de moros y renegado. — O que hayan hecho otras ceremonias de moros. [ . . . ] .

Ítem, os mandamos que nos aviséis si habéis oído decir o sabéis que alguna persona tenga Biblias en romance, Alcorán, Talmud.”

El género novelesco corto, llámese cuento o apólogo, es en Occidente, hablando en términos generales, heredero directo o indirecto de una tradición nacida, quizá, en el Indostán o en el Egipto, pero llevada a su mayor perfección en el seno de la sociedad islámica. La obra de Palma, en este sentido, no tiene ningún vínculo con el apólogo clásico, con la fábula esópica (16).
En cambio, es posible descubrir en ella rasgos orientales, más exactamente islámicos, reflejo, sin duda, del espíritu hispánico impregnado de valores musulmanes subyacentes; pero tomados, también, de manera más próxima, por vía directa, a través de Las mil y una noches, o de obras similares. Aparte de las naturales diferencias de una a otra época, de una a otra forma de entender la narración, de uno a otro escenario histórico con caracteres distintos, no dudo yo que exista una escondida afinidad entre el mágico libro oriental y las Tradiciones peruanas.
Por lo pronto, ese encanto de lo misterioso que se recrea en una historia semi-fabulosa, ese desfilar fantasmagórico de príncipes ilustrados y de damas llenas de femenil delicadeza pero dispuestas a actitudes heroicas. A un Hárün al-Raj-Ald pudiera contraponérsele un Francisco de Borja y Aragón. Poetas de delicada inspiración ambos, ejemplares gobernantes los dos. A una hermosa Francisca Zubiaga de Gamarra pudieran buscársele similitudes con la bella Zubayda. Lima virreinal pudiera recordar a la opulenta Bagdad. En fin: una serie de rasgos y caracteres comunes que sería preciso investigar más a fondo. Acaso, por ejemplo, ¿no es posible descubrir una línea de continuidad entre las tapadas que desfilan en el libro oriental y aquellas otras tapadas, muy semejantes a las desertehantées de Pierrc Loti, cuya gracia y donaire alegraron la Lima colonial y republicana de principios del siglo xix? Es curioso observar cómo algunos recursos narrativos en Palma traen a la mente recuerdos de Las mil y una noches. Sólo quisiera citar, a manera de ejemplo, las tradiciones El Peje Chico o Los tesoros de Catalina Huanca. En ambas, la riqueza deslumbrante yace sepultada en lugares subterráneos a donde se llega por escaleras misteriosas o puertas encantadas que se abren al conjuro de golpes cabalísticos, semejantes al "¡sésamo, ábrete!" del legendario Alí Baba. El tema de lo árabe-islámico se presenta con caracteres sui generis en el escritor chileno Pedro Prado, quien en 1921 llegó a imitar el tono y la nuance de la poesía musulmana al punto de publicar, tras el nombre de un inexistente poeta afgano, a quien denominaba Karez-I-Roshan, cuatro series de breves y delicados poemitas (La flor roja, Las baladas de Kabul, De la noche al amanecer,
De la llave eterna).

La crítica hispanoamericana no escatimó elogios para el insigne aeda descubierto en el Levante misterioso y que se situaba repentinamente, en la línea de los Ornar Khayyam. La superchería logró envolver a todos. El folleto tenía como epígrafe dos juicios irrecusables: de Yubran Khalil Yubran y de George Bernard Shaw.
El primero decía: "Este desconocido [Roshan] es el canto más dulce del amanecer y la trompeta más sonora del Oriente". Por su parte, Shaw afirmaba: "His originality and power is as obvious as Tagore's but like myself Karez-I-Roshan emphasizes ¡neendiary possibilities".

Como introducción, la escritora Paulina Orth (nombre tras el cual se ocultaba don Antonio Castro Leal, por aquel entonces Secretario de la Embajada de México en Chile) presentaba una reseña biográfica, rica, dentro de su brevedad, en datos y noticias sobre el ficticio poeta musulmán. Hemos dicho que la superchería logró envolver a todos. No sería la primera ni la última vez que esto ocurriese en suelo americano. Basta recordar que en época más reciente (1946), el poeta español emigrado don Juan José Domenchina publica en Méjico, con el título de Diván de al-Garib, otra apócrifa colección de poesías que atribuyó a un imaginario poeta del al-Andalus, del siglo xi, y que algunos críticos norteamericanos y españoles de Sudamérica "creyeron genuinos" (17). Rufino José Cuervo, el eminente filólogo colombiano, tiene estrechos vínculos con los temas orientales: en sus obras es posible hallar profusas citas en hebreo, siríaco y, principalmente, en árabe, lengua esta última que había aprendido en Bogotá al lado de su benemérito compatriota don Ezequiel Uricoechea, príncipe de los arabistas hispanoamericanos, a quien en ocasión propicia habremos de dedicar extenso trabajo (18). Los conocimientos lingüísticos árabes que poseía Cuervo eran, sin duda, de la más alta calidad: lo demuestra, por ejemplo, la correspondencia epistolar cursada entre Cuervo y Dozy, en la cual el holandés no escatima elogios al bogotano (vid. especialmente la carta que le dirige el sabio orientalista desde Leiden con fecha 15 de junio de 1876, en Rufino José Cuervo, Obras, t. I, Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, 1954, págs. 92-93 y el valioso y breve trabajo de J. Terlingen, Las relaciones científicas y personales entre Rufino José Cuervo y Reinhard Dozy, publicado en 1958, en Thesaurus, t. XI, págs. 193-198).

En el círculo de la amistad íntima de Cuervo figura también el nombre de un habilísimo pero truncado lingüista colombiano, don Venancio González Manrique (1836-1889), quien entre los muchos idiomas que conocía "era particularmente versado en árabe" (Cuervo, Obras, I, pág. LXXXVI).

Entre los libros que contribuyeron decisivamente al conocimiento científico que de la lengua árabe poseyó Cuervo, pueden citarse: la Grammaire árabe, de Sacy (París, 1810); los Principes de gramitnatre árabe, de Glaire (París, 1861), el Vocabulista de Pedro de Alcalá (1505); la Grammatica linguae mauro-arabicae, de Dombay, el Glosario de voces ibéricas y latinas usadas entre los mozárabes, de Simonet; la Grammaire árabe, de C. P. Caspari que tradujera y arreglara su amigo E. Uricoechea (Bruselas-París, 1880); el Lexicón Arábico-Latinum, de Freytag, y muchas otras obras cuya presencia en la biblioteca de Cuervo puede rastrearse fácilmente a través de la excelente edición ya citada de sus Obras.

A mi juicio lo más notable que en materia de lengua árabe publicó Cuervo está consignado en las numerosas notas y observaciones etimológicas de sus Disquisiciones sobre antigua ortografía y pronunciación castellanas. Mucho, casi todo lo que allí se dice conserva plena vigencia científica (vid. Obras de Cuervo; cf. principalmente
págs. 242, 256, 258-262, 266, 270, 274, 275, 286, 294, 350,
418-420, 459).

Otro eminente hispanoamericano que siempre mostró especial predilección por lo árabe fue Domingo Sarmiento. En sus Recuerdos de provincia dedica algunas páginas a la pretensa ascendencia árabe de la familia Albarracín, a la cual pertenecía el distinguido político y educador argentino por línea materna. En su Facundo hace observaciones comparativas entre la vida del gaucho y la del árabe y entre el paisaje geográfico de Palestina y el de La Rioja. Este fuerte orgullo de Sarmiento por su presunta ascendencia árabe, lo hizo alguna vez objeto de sátiras groseras como la que se lee en el libelo anónimo (aunque atribuido sin razón a José
Hernández) La República de los Canallas (Buenos Aires, 1868): "Yo soy moro, es decir un sanjuanino pero de casta mora: mi abuelo era el famoso turco Alí Kaka Ben Al-Bazín, maestro de contrabajo del Profeta Mahoma" (19).
La pretensa ascendencia árabe de Sarmiento halló renovada actualización en el Biographical Sketch de Mary Mann que sigue a la traducción inglesa de Facundo (vid. Life in the Argentine Republic, New York, 1868).

Vicuña Mackenna, asimismo, lanzó ironías sobre este asunto, como si ciertos escritores hispanoamericanos tuvieran el deseo constante de negar la ascendencia árabe, directa o indirecta, de todos los que vivimos en esta parte del Nuevo Mundo (vid. Vicuña Mackenna, Páginas de un diario durante tres años de viajes 1853-1854-1855, Santiago de Chile, 1856). Un caso muy especial, en esta línea de escritores hispanoamericanos, es el de un ilustre venezolano cuyo nombre, por encima de cualquier pasión política que pudiera estar aún latente, une profundamente el nombre de América a la historia del Islam y constituye, sin duda, prez de las letras hispanoamericanas. Me refiero a don Rafael de Nogales y Méndez, general venezolano, político en Asia y Europa, revolucionario atrevido en su patria, aventurero de leyenda, descendiente de héroes españoles y americanos, comparable, en la pluma y en la espada, a Lawrence de Arabia. Y, en efecto, el paralelismo no resulta forzado, los dos sirvieron al Islam con indeclinable voluntad: el inglés a los árabes pujantes de Hussein y Feisal. El americano, a la Turquía decadente de los sultanes y califas. Y estos dos hombres extraordinarios, de vidas verdaderamente paralelas, fueron, asimismo, ciudadanos eminentes en la república de las letras donde dejaron la huella indeleble de su paso, aunque la Fama, caprichosa siempre, haya sido más benévola con el rey sin corona de Arabia. Rafael de Nogales y Méndez, luego de una vida llena de fascinantes aventuras, que tuvieron como escenarios el Afganistán, el Beluchistán, África, etc.(20), se incorpora en 1915, conservando su nacionalidad venezolana, a los ejércitos centrales. Combate contra los rusos en el Cáucaso y en el Norte de Persia. Asiste como director de sitio al asedio cruento de Van, la infeliz capital armenia. Después,
Mesopotamia, Palestina y otras tierras del Oriente musulmán vieron las hazañas de este héroe americano. El relato de tales episodios forma las páginas animadas de un volumen, documento de guerra de valor extraordinario, que con el título de Cuatro años bajo la Media Luna, logró escasa popularidad en América y en Europa, por motivos, quizá, de orden político. El mérito de este libro radica, en primer lugar, en ser un testimonio vivo de esa cruel e injusta guerra que cubrió de dolor los campos y las ciudades de Europa, Asia y África y cuyos dramáticos ecos llegaron a nuestro continente. El autor muestra constante preocupación por describir, en estilo delicado, los acontecimientos trágicos que él presenció y de los cuales fue actor. Su estilo es como sus ideas: rico, violento, conciso, preñado de pensamientos nobles. El libro tiene cierto calor comunicativo nacido del corazón, pero sus observaciones se resienten, a veces, de demasiado apresuradas. Así, por ejemplo, cuando dice (pág. 217 de la ed. de
Buenos Aires, 1924):

El Islamismo pudo propagarse y floreció, en tanto encontró nuevos pueblos y naciones que poder saquear. Al faltarle éstos, se acabó su gloria, y su poderío material fue retrocediendo hasta que quedó limitado a las actuales fronteras del
Imperio Otomano.

¡Cómo si la grandeza de una sociedad pudiera levantarse sobre el robo y la rapiña!
Sin embargo, una de las cosas más dignas de alabanza en Cuatro años bajo la Media Luna es el espíritu de templanza que se respira en sus páginas, sin que el autor, por preocupación política o religiosa, salga un punto de la noble y alta manera con que formula siempre sus juicios sobre historia contemporánea ni se crea autorizado para negar a sus enemigos de ayer el galardón debido a sus merecimientos militares y personales. Sus altas funciones en el ejército turco, como último gobernador militar otomano del Sinaí o como comandante del primer regimiento imperial de lanceros en Constantinopla, le valieron honores y distinciones de países europeos, como la Cruz del Mérito Militar de Austria y la Orden de Mejidich con espadas de oro, otorgada por el Sultán-Califa de Constantinopla.

NOTAS BIBLIOGRÁFICAS

1 EDITH PALMA, Ricardo Palma y sus Tradiciones peruanas, en Tradiciones peruanas completas [TPC], Madrid, Aguilar, 1964, pág. xxvm. Edición que por su sobria elegancia y corrección constituye verdadero homenaje a la memoria del escritor peruano.

2 TPC, pág. 13-12.

3 Op. cit., pág. 1732.

4 Vid. NIKITA JILISSKEFF, Thcmes ct motifs dts Mille et une naits: Essai
di classijication (Beyrouth, 1949).

6 La de LAÑE lleva como título The Thousand and One Nights, commonly
ca'led in England l/ie Arabia» Nig/il's Entcrtainments: A new translation jrom
the aral>ic, with copimis notes, Londres, 1839. Poseo un precioso ejemplar adquirido
en una casa anticuaría de Leiden, Holanda. Lleva notas manuscritas
del mismo Lañe.

6 La de BURTON, A plain and literal translation o¡ the Arabian Nights' Entertainments,
now entituled the Bool{ o) the Thousand Nighls and a Night, Benares,
1885. En 1886-88 publicó seis volúmenes suplementarios.
0 Libro de las mil y ur,a noches, trad. de RAFAEL CANSINOS ASSENS, tomo
III, Madrid-México-Buenos Aires, Aguilar, 1963, págs. 1280-1281. Traducción de
primo córtelo, con sabor arcaizante que la acerca al espíritu de Burton. Tiene,
sin embargo, algunas inexactitudes, v. gr. al isiamólogo judeo-húngaro Goldhizcr
lo califica de "sueco judío" (pág. 280); a De Goeje lo transforma en Gaeje
(pág. 376), etc.
Rasgo semejante de nobleza, en circunstancias similares, se encuentra en
QUATREMERE, Mem. sur les asiles chez les árabes, en Mem. de l'Acadcm. d'
Imcnp. et Be/les Lettres, tom. XV, págs. 344-3-16; y en VOLNEY, Viaje a Egipto
y Siria, tom. I, I'arís, 1830, pág. 434, nota.

7 ' TI'C, pág. 635. Sobre esta tradición, véase un corto trabajo mío: Don
Ricardo Palma y el Principe del Líbano {Breve nota a una Tradición), en
Thesaurus, Boletín del Instituto Caro y Cuervo, tom. XVIII (1963), págs. 198-
199.
"bis Pág. 536.

8 Recuerdos de España, en TPC, pág. 1332.

9 Loe. cit.

10 Op. di., pág. 1333.

11 Loe. cit.

12 Op. cu., pág. 1335.

13 Vid. la tradición El Capitán Zapata, en TPC, págs. 149-150. Sobre el fondo
histórico de esta tradición vid. mi artículo Don Ricardo Palma y un musulmán
en las minas de Potosí, en Thesaurus, XX (1965), págs. 625-628.

14" Vid. La inmigración musulmana a la América Española en Los primeros
años de la colonización, en Boletín Histórico de la Fundación John Boulton (Caracas),
núm. 10 (enero 1966), págs. 33-50. Traduc. al inglés: Muslim immigration
to Spanish America, en The Muslim World, Hartford Scminary Foundation,
vol. LVI, núm. 3 (July, 1966).

15 Anales de la Inquisición de Lima, en TPC, págs. 1260-1263.

16 No ignoro las raíces orientales de la propia literatura griega.

17 Vid. PEDRO MARTÍNEZ MO.VTAVEZ, Notas sobre el tema árabe en la poesía
española actual, en Cuadernos de la Biblioteca Española de Tettián, núm. 3 (junio
1966), págs. 15-16.

18 Vid. RUÍINO J. CUERVO, Obras, tom. I, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo,
1954, págs. LXXXV-LXXXVI y xciv-xcv.

19 Pág. 4 del libelo, citado por EMILIO CARILLA, La República de los Canallas,
en Boletín de Literaturas Hispánicas, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad
Nacional del Litoral, núm. 5 (año 1963), pág. 44.

20 Un ensayo bio-bibliográfico sobre este interesante personaje, habrá de ver
la luz próximamente en el Boletín Histórico de la Fundación ]ohn Boulton, de
Caracas.

Fuente original:  Revista Thesaurus

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