El Arte Caligráfico Árabe por Ricardo Panizza

viernes, febrero 17, 2012

















El origen de la palabra castellanizada de origen griego, caligrafía, se deriva de dos palabras de este último idioma – kalos kalos ) bueno, y grafo (grafo) escribir. En el idioma árabe existe una manifiesta diferencia entre ambos vocablos, puesto que el verbo – kátaba  – enuncia, en infinitivo arábigo – 3ª persona masculino singular, tiempo pasado – el mero acto de escribir, en cambio, khaţaţ  no sólo implica la acción de escribir, sino que nos habla de alguien que realiza dicho acto, no solamente buscando la bella escritura, sino transformando la misma en arte. Entramos ya en un concepto de nivel superior a la escritura por sí misma, concepto de significado múltiple y que en idioma castellano se ha dado en denominar “arte caligráfico árabe”. Es decir, que dicha acción supera al de bella escritura, e implica un estado de intencionalidad al cual se le suma un nivel de conciencia más elevada que el mero acto de escribir.

FUENTES HISTÓRICO-CULTURALES

 Para una mayor comprensión de todo aquello que se dirá, es necesario ubicarnos históricamente en la península arábiga antes del advenimiento del Islam (ca. 1400 AD). Debemos entonces localizar la aparición de la caligrafía árabe, para mayor claridad del hecho, en un contexto de tiempo, lugar y gente. Antes de la aparición del Islam, los pueblos que habitaban la península arábiga estaban dominados por el politeísmo y la idolatría. Fuentes históricas describen esa época como un período de franca decadencia cultural, al cual se sumaba el paulatino deterioro de las costumbres morales y espirituales.

 Dicho deterioro se detiene con la llegada del Islam, y es así que, a partir de ese momento, comienza una ascensión moral, lo cual trae aparejada una definida consolidación cultural de la cual la caligrafía, también llamada arte mayor, es una muestra.

 En concordancia con los nuevos preceptos de la unidad divina, y a los efectos de erradicar definitivamente la idolatría del pueblo árabe, el nuevo mensaje profético establece la prohibición de la adoración de cualquier tipo de representación figurativa, es por ese motivo que la caligrafía resuelve, la tensión existente entre representación y abstracción ofreciendo en los lugares santos un substituto de dicha decoración.

 Lo expresado en el párrafo anterior no invalida la existencia de estatuas o la no representación gráfica de figuras, puesto que las mismas pueden ser apreciadas en los numerosos ejemplos que nos ofrecen aquellas realizadas por la maestría de pintores de diversos países islámicos, en especial Turquía y Persia. La sutileza de la propuesta espiritual se basa en la no asociación de ninguna figura o representación, con la divinidad, a efectos de que el hombre no traslade el prístino sentimiento hacia su Creador y lo reemplace por alguna figura o imagen de cualquier naturaleza y concluya por adorar o reverenciar a esa representación.

 Al tener que expresar la palabra divina, la caligrafía comienza tempranamente a transformarse en un medio gráfico de incomparable plasticidad y belleza, al mismo tiempo que impacta el alma del creyente por la calidad del mensaje.

 La expansión del Islam a otros pueblos no árabes posibilita también a éstos últimos el uso de la grafía arábiga, es así que vemos brillar en Persia y Turquía la maestría de grandes calígrafos que embellecen cada dia más el trascendente y universal mensaje del sagrado Corán. Turquía descolló superlativamente en este aspecto, pues tuvo en la época de esplendor del Imperio Otomano, la escuela de maestros calígrafos más importante que se tenga memoria.

 Puede no conocerse la escritura, pero las variadas formas y combinaciones que puede adoptar la misma, no dejan de asombrar por su equilibrio y sentido estético, dichas características trascienden el mensaje más allá de su significado literal, poniendo en resalto su armonía, belleza y sereno ordenamiento plástico.

 El arte caligráfico árabe impacta al ser humano en tres puntos: la vista – dado la plasticidad del los grafismos –, el intelecto – si es que la persona conoce la escritura y entiende su mensaje –, y finalmente el ser esencial – memoria de la divinidad y recuerdo del lugar de origen –, por el sentido interno del mensaje exhibido y sus implicancias no concientes, que tal como un diapasón, resuena a frecuencia determinada. Si la persona que observa un trabajo caligráfico no ve nada más que la función estética, por el desconocimiento del idioma y las letras, el resultado interno es el mismo, porque todas las almas tiene un único lenguaje.

 Estudios realizados determinan que la escritura árabe existía antes del Islam. Sus dos formas primarias son: una ligera y cursiva la cual da origen al estilo "naskhī", la otra angulosa, hierática, la cual será llamada más tarde “kúfica”. Los primeros árabes aprendieron la escritura cursiva del pueblo nabateo, en la región de Hourán en Siria. El estilo kúfico se origina en la escritura siríaca. Los árabes pre-islámicos llamaban a esta escritura "hiri", según el nombre de su ciudad, Hira, en mesopotamia. Muy pronto los musulmanes construyeron la ciudad de Kufa y a partir de ese momento la escritura se llamo "kufi".

Debemos hacer aquí una aclaración, existen numerosas lenguas no árabes, que utilizan o utilizaron, el alfabeto que nos ocupa, tal es el caso del persa, varios dialectos del Africa, de la India, de Indonesia, de China, esto mismo sucedió con el idioma turco hasta 1929 fecha en que fue reemplazada por la escritura latina.

Vale la pena recordar que cuando se produjo la expansión del Islam, fue necesario utilizar un medio de comunicación a grandes distancias que fuera comprensible para todos, en ese punto comenzó a sistematizarse la grafía.

 Los estilos caligráficos son numerosos, pero cabe destacar seis principales

Thuluth, Naskhī, Muħaqqaq, Rayħānī, Riqā, Tawqī.

Estos estilos fueron y son llamados con el nombre de al aqlam-as-sittah en lengua árabe y shish-qalam en lengua persa, y cuya traducción es: las seis plumas o los seis estilos. la palabra qalam tiene como equivalente castellano cálamo, lo cual equivale a instrumento de escritura.

 Agregaremos además, que las letras deben adaptarse a los diversos y siempre rigidos patrones arquitectónicos establecidos por quienes construyeron las mezquitas y edificios. Vale decir, que en este caso también podemos encontrar una analogía con el ser humano, el cual debe de adaptarse, flexibilizando su accionar, a las rigidas condiciones que establece la inexorabilidad de su transcurso por la vida.

 La actividad de la escritura en aquellos pueblos, que por diversas razones, adoptaron como propia los caracteres árabes, era una actividad sagrada, actividad que plasmaba armoniosamente las letras para transmitir el mensaje revelado. Los maestros calígrafos formulaban su invocación intencional de trabajo con el lenguaje del corazón y la respuesta les llegaba también al corazón con el lenguaje propio. Esos maestros eran expertos en la preparación de las fórmulas de sus tintas y del corte de sus cálamos, asi también en el conocimiento de los numerosos estilos caligráficos. Algunas fórmulas para el preparado ce las tintas subsisten hasta la fecha, otras se han perdido. Entre esos maestros prevalecía la cooperación mutua, intercambiaban sus técnicas sin que por ese motivo ninguno de ellos perdiera su estilo. Subordinaban la  humana apetencia de voracidad y prestigio personal, a la obtención de un logro mayor, es por eso que los trabajos se ejecutaban con un vuelo muy alto y una gran exquisitez. Se dejaba de lado la competencia porque ¿quién podía, puede y podrá competir con la obra del Creador?. Allí, en ese exacto punto se abre la puerte de la fe y se experimenta la intrascendencia humana.

La única competencia válida es con uno mismo.

Los trabajos eran alabanzas para y hacia el Unico. Era y es imposible conocer la profundidad de los conocimientos de esos maestros, sólo nos es dable conocerlos a través de sus obras. Es axiomático que aquel que invierte su energía en lo intrascendente obtiene el rédito proporcional a su inversión. Estos grandes maestros invertían su energía en valores altísimos y proporcionalmente obtenían sus resultados. Su disposición al trabajo se basaba en un sencillo contacto con la vida y una gran fe en la tarea emprendida.

COMPOSICIÓN DEL ALFABETO ÁRABE

 El alfabeto árabe consta de 28 letras y un fonema, algunas letras poseen sonidos que, para el hispanohablante, son difíciles de pronunciar.

 La escritura tiene una letra madre que actúa como módulo en la formación y proporciones de las restantes letras. Dicha letra es la primera del alfabeto, su nombre es “al-alif”, la cual es representada por un trazo vertical (|) representando la misma el sonido de nuestra "a", actuando en otros casos como soporte de otras letras.

 Esta es la única letra que, con algún detalle, citamos en este trabajo, dado que el mismo no es la enseñanza del alfabeto sino la explicación de características generales de un arte mayor - tal como ha sido y es considerado - que ha embellecido palacios, escuelas, mezquitas esparcidos por la superficie terrestre, allí donde quiera que la grandeza de la cultura islámica se hizo presente. No es posible explicar la totalidad del alfabeto en el poco espacio del que disponemos, tampoco sería procedente intentar mostrar en detalle la aplicación de las vocales cortas y otros signos que hacen a la ortodoxia de la escritura del idioma que nos ocupa, pero de todas formas ofreceremos una idea básica.

 La grafía arábiga se escribe de derecha a izquierda, desde la razón hacia el corazón.

 El alfabeto tiene cuatro posicionamientos para las 28 letras que lo componen, a saber:

  Inicial, vale decir, al comienzo de la palabra.

  Medial, en medio de palabra, cuando se une, antes o después, con otras letras.

 Final, tal como su nombre lo indica, al final de una palabra.

 Aislada, cuando la letra se muestra sola, sin formar parte de palabra alguna.

 Las formas gráficas de las letras pueden ser reducidas a 18, las cuales con el agregado de puntos, sobre o debajo de algunas de ellas, completan la totalidad del alfabeto. Es tan sólo con eso, una línea y puntos que se gestó la extraordinaria belleza de una grafía difícil de superar en cuanto a flexibilidad, plasticidad y capacidad de adaptación.

Precisas reglas determinan las formas de unión de las letras entre si, reglas que históricamente comienzan a ponerse en practica en el primer siglo de la hejira. Es así que el maestro Abou-al-Aswad-ad-Douali, adjunta al signo de representación de una letra un punto rojo posicionable, que representa la vocal breve y el signo llamado "tanwin" o terminación indefinida del sustantivo.

Posteriormente, dos de sus alumnos, Nasr-ibn 'azim y Yahya-ibn-Yamour, establecen un sistema de puntos diacríticos que diferencian los signos de base, los cuales son usados hasta la fecha.

Desde siempre se ha considerado a la caligrafía como parte del  camino espiritual.

Antes de cerrar este trabajo hacemos lugar a una reflexión.

Quien enseña caligrafía árabe debe de ejercitar constantemente, tres estados fundamentales en su interior,

La paciencia, al tener que construir un nuevo lenguaje interno en quien no sabe.

La generosidad, pues debe darle todo a su discípulo sin guardar nada para si.

La humildad, al intentar conseguir que el alumno supere a su instructor.

Sólo la maestría del alumno pone en evidencia la calidad de su instructor.

Si hemos conseguido motivar vuestro interés, el mensaje ha llegado


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