SAN ROMERO DE AMÉRICA por Juan José Tamayo
viernes, abril 10, 2015
A las seis y veinte de la tarde del 24 de marzo de 1980 era
asesinado por un francotirador de un tiro en el corazón monseñor Oscar A.
Romero, arzobispo de San Salvador (El Salvador), mientras celebraba misa en la
capilla del Hospital de la Divina Providencia, en la colonia de Miramonte. Fueron
testigos cincuenta personas que asistían al acto religioso y quedaron atónitas e
impotentes ante tamaño acto criminal.
Durante los tres años que dirigió la diócesis de la
capital salvadoreña (1977-1980), Romero ejemplificó los valores morales de la
justicia, la paz, la solidaridad y la vida en un país donde reinaban la injusticia
estructural y la violencia institucional, las mayorías populares sufrían la
pobreza y la marginación social, y la vida de los pobres carecía de valor.
Vivió el cristianismo no como opio y alienación, sino
como liberación; no al servicio de los poderosos, sino de los empobrecidos.
Denunció la concentración de la riqueza en manos de unas pocas familias que
mantenían al pueblo en un régimen de esclavitud. Criticó severamente la alianza
entre los poderes político, económico y
militar, y el apoyo de Estados Unidos a dichos poderes para masacrar al
pueblo salvadoreño. Buscó caminos de reconciliación a través de la negociación
y de la no violencia activa. Con su testimonio y su estilo de vida anticipó la
utopía de otro mundo posible sin violencia ni opresión política, sin
desigualdad social ni corrupción, sin desigualdad social ni explotación
económica, sin imperialismo ni militarismo.
El pueblo salvadoreño lo reconoció como santo y mártir
desde el mismo día de su asesinato. En un bellísimo poema el obispo
hispano-brasileño Pedro Casaldàliga le declaró “San Romero de América”. La Iglesia
Anglicana lo incluyó en su santoral y es uno de los diez mártires del siglo XX representados
en las estatuas de la Abadía de Westminster junto con Martin Luther King y
Dietrich Bonfoeffer. El Vaticano, empero, ha tardado 35 años en dicho
reconocimiento.
El proceso de
beatificación empezó en 1990. Pero pronto surgieron obstáculos de carácter
político y religioso que lo frenaron: la derecha política gobernante en El
Salvador, los embajadores del país ante la Santa Sede, algunos cardenales como
el colombiano Alfonso López Trujillo, etc.
Juan Pablo II
censuró en reiteradas ocasiones la actuación pastoral de monseñor Romero por
considerarla más política que religiosa y por entender que había permitido la
infiltración del marxismo en la Iglesia salvadoreña. El papa polaco agilizó el
proceso de beatificación y canonización de José María Escrivá de Balaguer, fundador
del Opus Dei, mientras ralentizaba el de monseñor Romero con la complicidad del
arzobispo de San Salvador el español Fernando Sáenz Lacalle, miembro del Opus
Dei, adversario declarado de monseñor Romero, de los jesuitas de la UCA y de la
teología de la liberación, quien puso todos los obstáculos a su alcance para la
beatificación.
Benedicto XVI definió a monseñor Romero como gran testigo
de la fe y defensor de la paz, pero objetaba para su beatificación que “una
corriente política deseaba utilizarlo injustificadamente como figura de
estandarte”. Las cosas han cambiado durante el pontificado del papa Francisco,
quien, poco después de su elección, comunicó al promotor de la causa de
monseñor Romero, el arzobispo Vincenzo Paglia, que el proceso de beatificación
quedaba desbloqueado y debía agilizarse. Se superaban así los obstáculos puestos
hasta entonces por los sectores religiosos y políticos más conservadores de
dentro y de fuera de El Salvador y del Vaticano. La comisión oficial de
teólogos ha reconocido el martirio de monseñor Romero y el 23 de mayo será
beatificado. Su beatificación constituye un reconocimiento de la teología de la
liberación perseguida durante los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto
XVI.
Juan José Tamayo es
director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones de la
Universidad Carlos III de Madrid y director con L. Alvarenga autor de Ignacio Ellacuría: utopía y teoría crítica
(Tirant lo Blanch, 2014).
*Foto de Internet
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