Comentario del libro Mil amores y una eterna soledad, por Rob Escobar

domingo, agosto 03, 2014

¿Será posible tener mil amores y una eterna soledad? La respuesta lógica podría ser cerrada; sin embargo Mustafá Al-Salvadori, autor del libro “Mil amores y una eterna soledad”, nos reta a pensar en diferentes posibilidades de respuestas frente a dicha interrogante.

En este libro Al-Salvadori, después de sus publicaciones “El corazón en la revolución” y “La sombra que sueña con vos”, nos continúa invitando a pasar por la vida, a observarla, a vivirla, a transformarla; nos invita a adentrarnos por la “mar dada”, donde “no existe la poesía, sino la vida”, como lo dice el mismo autor.

Y es que para Mustafá Al-Salvadori “la poesía no es lo que escribimos, para mí la vida es la poesía” manifiesta. Desde esa concepción, el presente libro es parte de la experiencia sobre la vida de este autor y es en ese sentido que puede surgir la siguiente pregunta: ¿será entonces este un libro de antipoemas? Las concepciones del autor sobre poesía nos aleja quizá de la línea antipoética de Nicanor Parra, para quien el antipoema “a la postre no es otra cosa que el poema tradicional, enriquecido con la savia surrealista”.

Adentrándonos en el libro, Mustafá nos abre varias ventanas para que veamos parte de su experiencia de vida. Sobre el amor –o los mil amores-, por ejemplo, nos muestra su intensidad cuando nos dice que El amor te toca una vez y te hiere mil (“Histriónico”), pero también la intensidad con la que pide ser amado con su “Fundamentalismo islámico” Amame/u/odiame/pero/no me humillés/solo/queriéndome.

También nos muestra las relaciones padre/madre-hija/hijo. Sobresale el drama del abandono del padre: Juntemos/nuestras manos madre,/que nos han traicionado(…)/ soy hijo del que se marcha/con la luna… (“Madre soltera”); y también el abandono de la madre: Mamá,/me odiás/querés más a un perro/aunque yo te ame/y el solo te ladre (“Fetos”); pero también la reflexión sobre los abordajes adultocéntricos en las relaciones intergeneracionales, bien lograda en “Desfasado”: Tenía que ayudarles con las tareas,/prepararles la cena,/prestarles el computador,/ser padre y no un dictador ; y en “La serie”.

Otro amor que enfocamos desde este libro es la vida espiritual, la búsqueda de lo sagrado: Ya no puedo más vivir así sin oración (…)/por eso oriento todo mi ser/hacia La Meca (“Hipnótica alquibla”).

Lo efímero de la vida humana y los rastros que va dejando en la vejez, en la muerte y en la caída de los imperios, ocupan también parte de nuestra atención: Las líneas blancas de mi cabello/son una conspiración del tiempo/para dejarme sin amores (“Por ejemplo N°2”); Nacen los ancianos/y se van;/retornarán/pero nosotros ya no estaremos aquí (“Las golondrinas”); Los colonialistas, los reinos, los imperios,/hoy son partículas sólidas que danzan en el aire/y luego reposan/sobre despreocupados libros de historia (“Perros y gatos”).

En tanto, la soledad puede encontrar su aliciente en el recuerdo permanente de ese amor ya ido, pero que aún se puede encontrar.

No podemos dejar de percibir la aguda identidad de Al-Salvadori y su arraigo con su tierra El Salvador: Cuando muera quiero hacerlo/entre productos nacionales (“Desaparecer sin dejar rastro”); pero sobretodo no puede pasar inadvertida su voz profética de denuncia de las diferentes realidades de esta tierra, en una especie de diagnóstico que bien podría contribuir en la construcción de una patria nueva. A estos efectos, especial mención merece el “Estrés del barco pirata”

En relación a los recursos utilizados en “Mil amores y una eterna soledad”, podemos observar que Mustafá no escatima su lenguaje a simples usos convencionales de la palabra. Podemos mencionar que juega con los artificios sonoros para aderezar sus textos, de manera tal que la lectura se vuelve fluida y exquisita: Música muda vistiendo mudas rojas/de insensatez cantada/por el somier de nuestra litera literaria (“Novena Sinfonía”); Si pudieses respirar/en el hielo de este mundo que mudó/en una sola noche/de comunista a consumista… (“Desaparecer sin dejar rastro”)

También utiliza frecuentemente rimas consonantes y asonantes, tanto al interior y al final de los versos, sin que ello lo lleve a forzar sus escritos, como a veces sucede con la poesía clásica; ni a empalagar a quien los lee: La prisa de la brisa /es sonrisa tatuada en tu rostro (“Las curvas del domingo”); porque sos/el tornado/que ha tornado la paz de mis hermanos (“Vientos”). Otro de los recursos muy bien logrados, a mi parecer, es entremezclar el castellano con el inglés en algunos escritos, lo cual nos recuerda esa realidad en la que nos movemos en la cotidianidad: la hegemonía de la lengua de la cultura dominante, pero que nos mueve también a ser creativos con estos seres vivos llamados lenguas. Podemos leer: My pájaro/cruza your cielos/infestados of arcoíris (“The vuelo”); o en “Play Playa”: Play playa with us/Jugá beach con nosotros.

Ante todo estamos frente a un libro que nos brinda la posibilidad de pensar en cuales son los amores que ocupan nuestro corazón.



Cerro de la Caña del Sol, 2 de agosto de 2014

(Presentación realizada en el Centro Cultural El Mesón)

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