La revelación profética en el imamato shiita, Yibril Mekkah (Perú) *
lunes, agosto 08, 2011La historia de la profetología Shiita en el Islam, se funde, en efecto, con nuestra historia teológica y filosófica, aunque lamentablemente los avatares de los tiempos hayan hecho que el tema haya sido casi completamente desdeñado. Veamos. La doctrina característica del primer cristianismo, es decir, del judeocristianismo, el de la comunidad de Jerusalén, fue, la profetología que culminó en el motivo del Verus Profetha. Sin embargo, no es ese cristianismo primitivo el que ha sobrevivido en el cristianismo oficial de la historia. Su destino estuvo sellado por el triunfo del paulinismo, al que el judeocristianismo consideraba el gran adversario que desnaturalizaba la enseñanza del Profeta Jesús (as), cuyos testigos, no obstante, se encontraban todavía en las filas de la primera comunidad de Jerusalén. Creo que a partir de ahora será necesario añadir a ella el largo texto del Evangelio de Bernabé, de prólogo expresamente anti-paulino, que recibió una magnífica acogida en el Islam. Pues, esta acogida hace eco a la constatación de los historiadores del cristianismo, en el sentido de que la profetología que Paulo de Tarso había rechazado fue finalmente heredada y asumida plenamente por el Islam.
Ahora bien. La palabra Islam significa la sumisión a Allâh, es decir, es la religión del sometimiento personal al orden ontológico de la existencia y se interrelaciona con la palabra Salam (Paz), dándonos así la visión exacta de la tradición musulmana: Alcanzar la paz a través de la sumisión a la voluntad de Allâh. El Islam como religión original y última guía a la humanidad revelada por Allâh, tuvo su desarrollo histórico y tuvo también su divergencia que se plasmó en dos fructíferas escuelas como el Sunnismo y el Shiísmo, cada una de estas escuelas tienen sus ortodoxias bien definidas en el aspecto doctrinal, teológico y jurídico. Pero ambos obedecen a un único libro revelado como es el Sagrado y Noble Corán y ambos tienen como autoridad principal al último enviado de Allâh: El Profeta Muhammad (saws). Cabe anotar también que en el Islam hay una dimensión gnóstico-esotérica que junto con todas las divisiones interiores representa la estructura vertical de la revelación divina.
Bien. El término Shiísmo formado sobre el árabe Shia aparece en el Sagrado Corán en la Sura 28, Suratul-Qâsas (Sura del Relato), en la aleya (versículo) 15 que significa en su forma original "seguidor", pues designa el conjunto de los adeptos que siguen al Imam. En el Shiísmo toda la función del Imam esta asociada con el poder y la función de la Walâyat (iniciación esotérica).
En el Shiísmo encontramos actualmente a dos grandes ramificaciones que a lo largo de la historia se han mantenido vigentes como la Tashâyo itna ashâriyya, es decir el Shiísmo Duodecimano, el Shiísmo de los Doce Imames, que es la religión oficial actual de Irán desde el Siglo XVI, y la Tashâyo ismailiyya, es decir el Shiísmo Ismailí, que es el Shiísmo de los Siete Imames, que actualmente se sitúan en su mayoría en Afganistán y la India. La persona y el papel del Imam no solamente surgen de la idea fundamental del Shiísmo sino que también son portadores de esta idea, idea inseparable a lo que se denomina el fenómeno del Libro Santo del Sagrado Corán, libro revelado del cielo por mediación de un Profeta, como fenómeno que aparece en la tradición abrahámica.
La misión del Profeta concierne al Tanzîl, es decir, al descenso del libro con su contenido literal. Mientras que la misión del Imam es reconducir esa apariencia literal a su verdad original y espiritual, reconducción expresada por la palabra Ta'wîl, que designa lo que nosotros llamamos hermenéutica espiritual o hermenéutica de los símbolos, pues, la exégesis del texto coránico no progresa sin la exégesis del alma. La idea de esta misión del Imam es, por supuesto, perfectamente extraña e incluso alarmante, para el Islam Sunnita.
Ahora bien, de lo que constituye esencialmente la persona y la misión del Profeta, como de lo que constituye la persona y la misión del Imam, nace la idea de un doble ciclo en el interior de la religión profética que abraza la totalidad de la religión abrahámica. Profeta e Imam son las dos formas de manifestación de una misma Luz, de un mismo Logos que designan las expresiones Nur Muhammadi wa Haqiqat Muhammadiya (la Luz Muhammadi y la Realidad profética eterna). Pues al ciclo de la Profecía le ha sucedido el ciclo del Imamato, el ciclo de la Walâyat (iniciación espiritual).
Según la profetología del Islam Sunnita, el Profeta Muhammad (saws) es el sello de los profetas. La historia religiosa de la humanidad está terminada. No habrá ya ni nuevo Libro ni nuevo Profeta. El último Profeta es así un acto del pasado, ha sucumbido plenamente a la historia. Para la Profetología Shiíta, ciertamente, el ciclo de la profecía ha terminado, pero ése fue el ciclo de lo que se ha denominado profecía legisladora. Este ciclo final de la profecía apertura un nuevo ciclo de profecía de carácter puramente interior, esotérico y que para evitar cualquier ambigüedad, se designa con el nombre de Walâyat. Entonces, la Profetología encuentra su complemento necesario en la Imamología, de la que la Walayat es la expresión más directa, en donde el Shiísmo Imamí se constituye como la gnosis por excelencia del Islam.
En resumen, la Profetología Sunnita permanece cerrada sobre el pasado y la Profetología Shiíta queda abierta hacia el futuro por su perspectiva esencialmente escatológica. Pues, el pensamiento y la devoción del Shiísmo Duodecimano están centrados en la Parusía por venir del Duodécimo Imam, el Imam al-Mahdi (af) que justamente por este Imam Esperado, la escatología forma cuerpo orgánicamente con la Imamología, que es una parte esencial, fundamental, de la teología y el pensamiento Shia.
La Profetología en el Shiísmo
Para el Imamismo Shiita el sentido verdadero de la revelación profética, está más allá de la Sharî'ah (ley escrita) y se encuentra en su sentido espiritual. Esta hermenéutica espiritual, es entonces la base sobre la cual se deberá efectuar la reflexión de la Haqîqat.
Veamos ahora, que nos dice el filósofo ismailí Nâsir-e Jusrou al respecto: "La Sharî'ah es el aspecto exotérico de la Haqîqat, la Haqîqat es el aspecto esotérico de la Sharî'ah. La Sharî'ah es el símbolo, la Haqîqat es lo simbolizado. Lo exotérico es una perpetuación fluctuante sobre los ciclos y periodos del mundo, lo esotérico es una energía divina que no está sometida al devenir". Así, la historia religiosa del Islam Shiíta Imamí, solo tiene posibilidades de existencia, en la medida que la diferenciación y la complementariedad entre la Sharî'ah y la Haqîqat, permitan una perpetuación que salvaguarda al sentido espiritual de las revelaciones divinas. Es en el eje vertical sobre el que se articulan estas revelaciones del sentido espiritual de la profecía, donde cada jerarquía espiritual accederá a un sentido específico de la realidad esencial a niveles de un universo que se abre en el umbral de la metahistoria.
Si la dimensión exotérica tuvo su manifestación terrestre final en la persona del Profeta Muhammad (saws), también era preciso que su dimensión esotérica tuviera su epifanía terrestre en la persona de aquel que entre todos los seres humanos estuvo más próximo al Santo Profeta, a partir de la primera revelación coránica, que fue a la vez su primo, su yerno y su familiar más íntimo: Alî ibn Abî Tâlib, el primer Imam, es decir el Imam Alî. El Imam Alî, el Príncipe de los creyentes (as) afirmó más tarde con vehemencia que ni un solo versículo del Sagrado Corán había sido revelado sin que el Santo Profeta se lo hiciera, primero, escribir y después, recitarlo para enseñarle a continuación el Tafsîr (la explicación literal) y el Ta'wîl (la conducción al sentido espiritual). El Shiísmo Imamí considera que el legado de este Compañerazgo Sagrado fue rechazado desde el último suspiro del Profeta Muhammad (saws) y que el Islam Sunnita se ha embarcado desde entonces en la vía que ha hecho de él aquello en lo que históricamente se ha convertido.
Ahora bien, la misión del Profeta está enfocada únicamente a lo exotérico, al descenso de la revelación literal. Lo que está enfocado a lo esotérico es precisamente la misión del Imam: es decir, del Imamato, en virtud del carisma que designa la palabra Walâyat. La antropología profética nos hace comprender la repartición de esa doble misión. Se puede representar el modo de ser del Santo Profeta mediante tres círculos concéntricos.
El círculo central representa a la Walâyat, ese carisma de predilección divina que ab initio sacraliza a la persona del Santo Profeta, haciendo de él un Walî-allâh, es decir un próximo a lo divino.
Decíamos que el círculo central representa a la Walâyat. El segundo círculo que encierra a este círculo central representa a la Nubowwat, es decir a la vocación y a la misión profética. Y el círculo exterior representa a la Risâlat, es decir, a la misión del Profeta enviado como encargado de revelar un nuevo Libro y una nueva Ley religiosa. Este esquema permite comprender de entrada porqué tantas tradiciones Shiítas repiten que la Walâyat es lo esotérico de la profecía. La misión profética, cualquiera que sea, se sobreañade a la Walâyat y es siempre temporal, mientras que la Walâyat es perpetua. En principio, todo Nabî (profeta), es necesariamente, un Walî (santo), pero no todo Walî es necesariamente un Nabî. La Risalât (mensaje) es como la corteza, la Nubowwat (profecía) es como la almendra y la Walâyat (imamato), es como el aceite que la almendra contiene. De ahí la afirmación de la preeminencia de la Walâyat sobre la misión profética. Según cómo se entienda, lo que representa en la persona del Santo Profeta el círculo central en relación al círculo exterior, se podrá mantener la superioridad del Profeta sobre el Imam. Pero si se considera pura y simplemente la superioridad de la Walâyat como tal sobre la misión profética que la presupone, entonces se manifestará la tendencia siempre latente a afirmar la superioridad del Imam sobre el Profeta. El Shiísmo Imamí se ha esforzado desde entonces, en no ceder a esta tendencia y mantener siempre el equilibrio entre lo exotérico y lo esotérico. En cambio, la idea de la superioridad del Imam sobre el Profeta triunfa con el Shiísmo Ismailí reformado de Alamut, en el Siglo XII, triunfo que marca la ruptura del equilibrio en beneficio de lo esotérico. Como indicábamos anteriormente, el ciclo profético está cerrado. Pero ni el Shiísmo Duodecimano ni el Shiísmo Ismailí pueden aceptar pura y simplemente esta clausura. Pues todo el mundo religioso siempre está de acuerdo en la necesidad de los Profetas. El Profeta no es alguien que predice el futuro, sino el inspirado que profiere el verbo de lo invisible, el ser sobrehumano al que la inspiración divina instaura como mediador entre la divinidad incognoscible y la ignorancia o la impotencia de los hombres. La idea Shiita, surgida, en vida misma del Santo Profeta, subraya el aspecto trágico de la situación. Si desde siempre la humanidad ha tenido necesidad de Profetas para sobrevivir a su destino, ¿qué puede suceder si ya no hay Profeta que esperar, si no queda nada que aguardar? Consecuentemente, el Libro del Sagrado Corán que fue revelado desde el cielo al último Profeta no es un libro como los demás, cuyo significado se limite a la literalidad aparente. Pues, posee una hermenéutica que explica la profundidad del texto coránico que comprende a la profecía y que lo medita en la modalidad del vínculo que une al Santo Profeta con la fuente eterna de donde emana el mensaje.
En resumen, la realidad integral de la Revelación coránica, que implica a la vez lo exotérico y lo esotérico, supone a su vez un Qayyim al-Qurân, es decir un Resurrector o Mantenedor del Libro. Este Resurrector o Mantenedor del Libro, este guía que conduce al sentido espiritual del Libro Sagrado y que lo mantiene vivo hasta el último día, es el Imam. El Imam, por lo tanto, es el sucesor del Profeta que sacraliza el carisma de la Walâyat universal.
La Imamología en el Shiísmo
La palabra Walâyat significa propiamente dilección, amistad y se empareja con mucha frecuencia con la palabra Mahabbat, que significa igualmente amistad, amor. Juntos, los dos términos dan al Imamismo el sentido de una religión de amor. El Walî, el santo, el próximo investido con la Walâyat, debe ser comprendido a la vez en el sentido activo y en el sentido pasivo de la palabra. Es aquel que ama y que es amado. Cuando se habla de la Walâyat de los Santos Imames (as) se designa el amor, la predilección de que son objeto por parte de lo divino. Desde la perspectiva de sus seguidores, el término los designa en tanto que polarizan esa devoción de amor de dichos fieles. La Walâyat hacia el Imam es una participación en la Walâyat divina de la que el Imam es eternamente objeto. Su fundamento metafísico se nos mostrara enseguida como tal, la Walâyat del Imam se reviste entonces de un sentido y de una función cósmica. El Imam es para la comunidad Shiita lo que es el corazón para el microcosmos humano, lo que los teósofos designan como el cuerpo sutil de luz que es la morada permanente del alma. El corazón es en el microcosmos humano el Imam de las facultades de la percepción espiritual. De ahí que haya un intercambio perpetuo entre los pensadores Shiítas que afirman con respecto al papel del Imam en la comunidad y con respecto de lo que sucede en el interior de cada ser individual. Es ahí, en el nivel de esa interiorización, donde comprendemos como el Imam es el iluminador, aquel que salva alumbrando en el corazón del hombre la llama del conocimiento perfecto.
Vemos así, la diferencia radical respecto de la concepción Sunnita del Califato. Aunque el Sunnismo emplee el término Imam, se trata únicamente de la persona, de un jefe temporal como principio del orden social y político; su función está enfocada esencialmente a la consideración de las cosas temporales y a las necesidades sociales de la comunidad. Por lo que no es en absoluto necesario que sea, como exige el concepto Shiita del Imam, un Ma'sûm, es decir un inmaculado, un impecable, un inefable. La existencia del Imam en el sentido Sunnita no se impone de forma necesaria y en definitiva, puede ser objeto de una elección expresada en un consenso. En cambio, la idea Shiíta inviste al Imam de una dignidad sacra y de una función metafísica. La idea de que el Imam pueda ser elegido por los hombres sería absurdo como la idea de que se pueda elegir a un Profeta. El carisma no depende de la elección de los hombres. El Imam es una inspiración netamente de lo divino. Así vemos, que el Imam como Resurrector o Mantenedor del Libro, está investido de una ciencia divinamente inspirada.
En el Shiísmo Imamí se afirma que existe una luz primordial transmitida de un Profeta a otro y después del Profeta del Islam a los Imames inmaculados (as). Esta luz protege a los Profetas y a los Imames del pecado, haciéndoles infalibles y les otorga el conocimiento de los misterios divinos. En los Hâdices, es decir, en las tradiciones narradas que se remontan a los Santos Imames enuncian explícitamente esta idea de la Nur Muhammadí, es decir, la idea de una Luz Muhammadí creada primordialmente. Esta idea se amplificará en la Haqiqat Muhammadiyya, es decir, en una Realidad profética eterna, que connota, ciertamente, la idea de un Logos divino, de un pleroma divino constituido eternamente por Catorce entidades de Luz, cuyas manifestaciones teofánicas, son las personas terrenales de los Catorce inmaculados; a saber, el Profeta Muhammad (saws), su hija Fátima Zâhra (sa) y los Doce Imames (as), que configuran su plenitud en el pleroma de luz de la profecía eterna. Esta realidad profética eterna, como pleroma de gloria, implica un doble aspecto, una doble dimensión y por consiguiente, postula una doble manifestación. Implica una dimensión exotérica, que tiene su manifestación en la persona del Profeta Muhammad (saws) y una dimensión esotérica manifestada en la persona de cada uno de los Doce Imames infalibles, que juntos constituyen una sola y misma esencia. En su efímera manifestación terrenal, los Doce Imames inmaculados (as) fueron sucesivamente los Resurrectores o los Mantenedores del Sagrado Corán, iniciando a sus discípulos en su sentido integral.
Esta doble dimensión de la Realidad metafísica Muhammadí implica por tanto un lado vuelto hacia las criaturas y un lado vuelto hacia la presencia divina. El primero es su lado exterior que tipifica la misión profética. El segundo es su lado interior que tipifica la Walâyat, el carisma de los Imames y por ellos el carisma de todos aquellos que son designados Awliyâ.
Bien, aquí constatamos por qué la Walâyat significa lo esotérico de la profecía y también por qué la luz de la profecía y la luz de la Walâyat son dos luces que no forman más que una: Fátima Zâhra, Fátima la Resplandeciente (sa), la hija del Profeta Muhammad (saws), que es la confluencia de esas dos luces, como origen del linaje de los Imames inmaculados (as).
Ahora bien, los Doce Imames inmaculados (as) tienen su manifestación en los diferentes planos cosmológicos de la manifestación del ser, los mismos que se manifestaron en este mundo en el curso de los tres primeros siglos de la Hégira, que corresponden a los Siglos VII al X de nuestra era. Un dicho del profeta Muhammad (saws) nos dice al respecto: "Los Imames después de mí serán en número de Doce. El Duodécimo Imam llevará mi nombre y será el Imam al-Mahdí, Qâ'im al-Qiyâmat, el Imam de la Resurrección".
En resumen, con la aparición en la persona del Duodécimo Imam, el Imam al-Mahdi (af) ya no habrá un nuevo Libro, ni habrá una nueva Ley, sino que abrirá el sentido oculto de todo lo que le ha precedido, se puede decir entonces, que el Shiísmo Imamí ha presentido el misterio más profundo de la historia humana, porque ese misterio no puede estar encadenado ni encerrado en los límites cronológicos de la existencia.
La Parusía del Imam Oculto
La misteriosa persona del Duodécimo Imam Muhammad al-Mahdi (af) polariza la vida especulativa y la espiritualidad más profunda del Imamismo Shiíta. El Duodécimo Imam está presente a la vez en el pasado y en el futuro. Fue un niño de cinco años que desapareció misteriosamente cuando su joven padre, el Undécimo Imam Hasan al-A'skari (as) dejó este mundo. Entonces comenzó el periodo que se denomina la Ocultación Menor, durante el cual el Imam sólo fue visible para algunos delegados. Después, su cuarto delegado recibió de él la orden de no designar sucesor mediante una epístola en la que el Imam al-Mahdi (af) anunciaba que ya no sería visible hasta la hora de su Parusía, y quienquiera que apele en su lugar para una acción pública sería un impostor. Entonces comenzó el periodo de la Ocultación Mayor en el año 329 de la Hégira, que corresponde al Siglo X de nuestra era.
Estamos, pues, ante un periodo de once siglos en los que el Duodécimo Imam, el Imam esperado, el Imam deseado es en persona la historia misma de la conciencia Shiíta. Aquí debemos precavernos contra el falso dilema con el que nuestra rutina occidental tiene la costumbre de tropezar preguntando: ¿mito o historia? La hagiografía del Duodécimo Imam no es ni mito ni historia. Será necesario reaprender a considerar la realidad plenaria de acontecimientos que sin embargo no suceden en nuestro mundo empírico, al que reservamos el privilegio de ser acontecimientos reales. La hagiografía del Duodécimo Imam está todavía inacabada, está llena todo el tiempo de su Ocultación, y sus acontecimientos son múltiples. Sin duda alguna, durante el tiempo de la Gran Ocultación, el Imam no es visible más que en el plano onírico; y a veces también en el plano de vigilia como una hierofanía, entonces, aquel que ha tenido ese privilegio no tiene conciencia de su experiencia sino posteriormente y nunca puede aprovecharse de ello para proclamar un mensaje de orden temporal. Hacerlo sería ponerse la máscara de la impostura. No se hace historia en el sentido ordinario de la palabra con visiones teofánicas, pues éstas transfieren por sí mismas a otro mundo. Esa es la dimensión escatológica y ésta no se realiza en acto más que por una experiencia visionaria.
Entonces decimos que la Parusía o la manifestación del Imam Oculto no es un acontecimiento externo que se deba producir de pronto en el calendario del tiempo físico, es una desocultación que avanza a medida que el peregrino del espíritu, es decir, el fiel Shiíta, produce en sí mismo el acontecimiento del Imam esperado. El tiempo del Imam Oculto es un tiempo intermedio entre lo inteligible y lo sensible. Su hiero-historia, en la conciencia de sus fieles, es la maduración de ese entretiempo hasta la mutación del tiempo en otro tiempo, el tiempo de la eternidad. Por eso, no es en el tiempo de este mundo cuando se tiene la visión del Imam. El visionario se encuentra entonces entre los tiempos, es decir en el intermundo. Es una historia que sucede en el Malakût, es decir, en el mundo o en la esfera del alma que el hombre encuentra en el interior de sí mismo. En esto radica toda la espiritualidad del Shiísmo.
Ahora bien, varios teósofos Shiítas Imamies identifican explícitamente al Duodécimo Imam, con el Paráclito, cuya llegada es anunciada en el Evangelio de Juan. La llegada del Imam-Paráclito inaugurará el reino del sentido espiritual puro de las revelaciones divinas. Esta identificación pone de manifiesto una convergencia sorprendente entre la concepción Shiíta y el conjunto de tendencias filosóficas y religiosas que se han guiado por la idea paraclética y han planteado un camino para pensar y obrar en función del reino del espíritu santo.
Veamos esta idea paraclética en el Evangelio según San Juan, capítulo 14, versículo 26, en donde el Profeta Jesús (as) afirma: "pero el Espíritu Santo, el Defensor de la Verdad que el Señor va a enviar en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo lo que les he dicho".
Aquí vemos que la Parusía se afirma entre dos niveles; un prólogo en el cielo y un epílogo, es decir, un desenlace en el mundo, que se abre y se prolonga hacia otro tiempo del Imam-Paráclito. Este prolongamiento hasta el advenimiento del Duodécimo Imam es precisamente, para el fiel Shiíta, el tiempo que vivimos ahora. Es el periodo de la Gran Ocultación, que preserva a la Imamología de la caída en la historia, es decir, de ser puesta en el pasado. Así, la progresión del tiempo de la ocultación del Imam hacia el desenlace por la Parusía, es el ciclo de la Walâyat que sucede al ciclo de la profecía como dijimos anteriormente.
En resumen, si el Duodécimo Imam al-Mahdi (af) está actualmente oculto, es porque los hombres se han vuelto incapaces de verlo, por haber perdido o tener paralizados los órganos de su percepción teofánica que hacen posible el conocimiento por el corazón definido en la gnoseología de los Imames. La Parusía no es un acontecimiento que surgirá de improviso un buen día. Es algo que madura lentamente, día a día, en la conciencia de los fieles del Imam. Esos fieles son quienes anticipan la acción de aquellos que en el día de la Parusía serán los compañeros del Imam. Ser compañero del Imam es una aspiración Shiíta que coincide, de forma sorprendente, con la aspiración de los creyentes Zoroastrianos de la antigua Persia. La aspiración a este Compañerazgo Sagrado desarrolló, tanto en el antiguo Irán Mazdeísta como en el Irán Shiíta, la ética de una caballería espiritual que lleva en sí misma la salvación del futuro.
*Conferencia dictada en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Lima) por Yibril ibn Mekkah, lea más del autor en su blog:
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